Dentro del contexto de la depresión económica de la década de 1930 y a través de simbolismos no sólo racistas sino también de antiguos simbolismos sociales, económicos y religiosos, el partido nazi ganó popularidad y, después de tomar el poder, legitimidad, en parte por presentar a los "judíos" como el origen de una variedad de problemas políticos, sociales, económicos y éticos que enfrentaba el pueblo alemán.

Inspirados por las teorías de lucha racial de Adolf Hitler y la "intención" de los judíos de sobrevivir y expandirse a costa de los alemanes, los nazis, como partido oficialista de 1933 a 1938, ordenó boicots contra los judíos, organizó quema de libros y promulgó leyes contra los judíos. En 1935, las Leyes de Nuremberg definieron a los judíos por raza y obligaron la separación total de los "arios" de los "no arios". El 9 de noviembre de 1938, los nazis destruyeron sinagogas y las vidrieras de tiendas cuyos dueños eran judíos por toda Alemania y Austria (Kristallnacht). Estas medidas apuntaban a la segregación legal y social de los judíos de los alemanes y austriacos.

Kristallnacht, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939 y la invasión de la Unión Soviética en 1941 marcaron la transición a la era de la destrucción, en la cual el genocidio se convertiría en el objetivo primordial del antisemitismo nazi. Para justificar el asesinato de los judíos tanto ante los autores como ante los espectadores en Alemania y Europa, los nazis no sólo utilizaron argumentos racistas sino también argumentos derivados de estereotipos negativos antiguos, por ejemplo, que los judíos eran subversivos comunistas, especuladores y acaparadores de la guerra, y un peligro para la seguridad interna debido a su inherente deslealtad y oposición a Alemania.