Antes de que los nazis tomaran el poder, muchos encargados del cumplimiento de la ley, profesionales del bienestar social y trabajo social, así como muchos de los ciudadanos alemanes comunes creían que el trabajo obligatorio era un modo productivo de integrar a los marginados sociales dentro de la fuerza de trabajo local. Creían que el trabajo permitiría que estos marginados adoptaran hábitos sociales adecuados y disciplina personal. Los supuestos marginados incluían a beneficiarios de asistencia social, delincuentes juveniles y otras personas involucradas en delitos menores, personas por cualquier motivo incapaces de mantener un empleo y personas que tenían comportamientos socialmente inaceptables, como el excesivo consumo de alcohol o la promiscuidad sexual.

La noción básica, compartida por profesionales y ciudadanos comunes de otros lugares de Europa y Norteamérica, era que el mantenimiento del “orden” social dependía del trabajo productivo de todos los ciudadanos y que quienes no podían o no se empleaban por iniciativa propia debían ser obligados a hacerlo.

La ideología nazi también consideraba que el trabajo manual pesado era uno de los mejores modos no solo de castigar a los oponentes intelectuales, sino también de "educar" a los alemanes para que fueran "racialmente conscientes" y apoyaran los objetivos raciales del nacionalsocialismo. Desde el establecimiento de los primeros campos de concentración e instalaciones de detención en el invierno de 1933, el trabajo forzado -- a menudo vano y humillante, e impuesto sin el equipo, la ropa, la alimentación ni el descanso adecuados -- constituyó una parte central del régimen de los campos de concentración. El hecho de tildar a quienes estaban encarcelados en los campos de concentración de criminales, subversivos y antisociales que serían “educados” en los campos para que obtuvieran la disciplina social y de trabajo adecuada, permitió que los jerarcas nazis pudieran aprovechar la conformidad e incluso el apoyo del pueblo alemán a los campos de concentración.

Ya en 1937, la economía del Reich comenzó a sufrir la escasez de mano de obra en sectores clave. Mientras los jerarcas nazis se preparaban para la guerra, los jefes de las SS vieron en el sistema de los campos de concentración una conveniente reserva de obreros para realizar trabajos forzados a fin de producir materiales de construcción para futuros asentamientos de las SS en Europa oriental. Estos asentamientos marcarían los centros neurálgicos del “Reich de los mil años”. Por este motivo, muchos de los campos de concentración establecidos a mediados de la década de 1930 estaban ubicados cerca de canteras y fábricas. Por ejemplo, Sachsenhausen (1936) fue construido al lado de una fábrica de ladrillos; Mauthausen (1938) y Gross-Rosen (1940), al lado de canteras de piedra.

Después de 1938, los nazis explotaron cada vez más el trabajo forzado de los "enemigos del estado", supuestos antisociales y presuntos criminales, para obtener beneficio económico y cubrir la desesperante escasez de mano de obra. En 1938, la Policía Criminal Alemana llevó a cabo dos importantes arrestos de supuestos antisociales y presuntos criminales para aumentar la cantidad de personas disponibles que realizaran trabajos forzados en los campos. Los planes iniciales de albergar a grandes cantidades de prisioneros de guerra soviéticos y, más tarde, judíos que realizaran trabajos forzados en Auschwitz-Birkenau y Lublin/Majdanek en el invierno de 1941 y 1942 también apuntaban a generar una fuerza laboral cautiva para los grandes planes de construcción de las SS.

Además de las SS, las autoridades civiles alemanas también necesitaban mano de obra barata para proyectos inmediatos de construcción, renovación urbana y transporte. A fines de 1938, las autoridades municipales alemanas utilizaron para trabajos forzados en diversos proyectos municipales a judíos alemanes y austríacos, que en su mayoría habían sido privados de oportunidades de empleo independiente por la legislación antisemita.

Cuando Alemania conquistó Polonia en el otoño de 1939 y estableció el Generalgouvernement, las autoridades de ocupación alemanas exigieron que todos los hombres judíos y polacos realizaran trabajos forzados no remunerado. Las autoridades alemanas exigieron que los judíos polacos vivieran en ghettos y los emplearon en trabajos forzados, principalmente manual. Por ejemplo, en el ghetto de Lodz, el estado alemán y empresarios privados establecieron 96 plantas y fábricas que producían productos para el esfuerzo bélico alemán.

Después de que los alemanes invadieran la Unión Soviética y los soviéticos detuvieran a los invasores antes de Moscú a fines del otoño de 1941, la economía alemana, que necesitaba producir para una guerra prolongada, desarrolló una insaciable necesidad de trabajos forzados. Ya en 1941, las autoridades de las SS utilizaron decenas de miles de prisioneros judíos en trabajos forzados en la planta de goma I.G. Farben de “Buna” situada en Monowitz, a menos de dos millas (3 km) del campo de concentración de Auschwitz en la Polonia bajo ocupación alemana. A comienzos del verano de 1940, las SS regionales y las autoridades civiles de la Polonia ocupada ya explotaban a los judíos en campos especiales de trabajos forzados para judíos bajo la jurisdicción de las SS, las autoridades civiles o militares alemanas.

Después de las principales operaciones de fusilamiento en la Unión Soviética ocupada en 1941 y 1942 y las principales operaciones de deportación de judíos de la Polonia ocupada a centros de exterminio en 1942 y 1943, la mayoría de los judíos restantes de Polonia y la Unión Soviética bajo ocupación sobrevivieron realizando trabajos forzados en estos campos especiales para judíos o en campos de concentración. Durante la implementación de la "solución final", fue la capacidad de trabajar la que les ofreció a los judíos la posibilidad de sobrevivir, ya que aquellos que no eran considerados aptos para trabajar fueron los primeros en ser fusilados o deportados.

En la primavera de 1942, Himmler reorganizó la administración de los campos de concentración y los vinculó a la Administración de Empresas de las SS de la Oficina Principal Económica y Administrativa de las SS. El propósito de estos cambios administrativos era movilizar el trabajo de los campos de concentración para utilizarlo más en los armamentos de los alemanes y en industrias afines. Entre 1942 y 1945, se establecieron cientos de subcampos de los campos de concentración en las cercanías de minas de carbón, fábricas de municiones y piezas de aviones, sitios para túneles subterráneos y otros lugares convenientes para la producción de productos destinados al esfuerzo bélico alemán. En el verano de 1942, por ejemplo, Auschwitz-Monowitz, o Auschwitz III, se convirtió en un subcampo de Auschwitz.

A partir de 1940, las autoridades alemanas arrestaron a civiles polacos, tanto hombres como mujeres, y los deportaron al Reich para que realizaran trabajos forzados en fábricas y granjas alemanas. Después de permitir deliberadamente que más de dos millones de soldados soviéticos capturados murieran por negligencia (insuficiencia de comida, ropa, refugio o atención médica) en campos de prisioneros de guerra en el otoño y el invierno de 1941-1942, las autoridades alemanas decidieron utilizar a los prisioneros de guerra soviéticos para realizar trabajos forzados en varias industrias relacionadas con la guerra en Alemania y la Polonia ocupada, a menudo albergándolos en recintos especiales de campos de concentración. De 1942 a 1944, los alemanes deportaron a casi tres millones de civiles soviéticos a Alemania, Austria y Bohemia-Moravia para que realizaran trabajos forzados. La mayoría de ellos fueron encarcelados en los llamados campos residenciales y fueron estrictamente segregados de la población alemana. Los alemanes también deportaron a civiles de otros países europeos ocupados para que trabajaran en el Reich. En agosto de 1944, más de 7.500.000 de trabajadores no alemanes fueron registrados al servicio del Reich; la gran mayoría eran personas que realizaban trabajos forzados.

Aquellos que realizaban trabajos forzados en Alemania y violaran la llamada disciplina laboral (por ejemplo, dormir en el trabajo) podían ser enviados a Campos de Educación Laboral, a cargo de la Policía de Seguridad Alemana, donde las condiciones de vida y de trabajo, así como las tasas de mortalidad, eran similares a las de los campos de concentración.

Las autoridades de las SS y la policía señalaban a ciertas categorías de prisioneros para que fueran "aniquilados a través del trabajo". Esos prisioneros literalmente dejaban la vida en el trabajo; es decir que eran puestos a trabajar en condiciones que directa y deliberadamente conducían a la enfermedad, las lesiones y la muerte. Por ejemplo, en el campo de concentración de Mauthausen, las SS forzaban a los prisioneros a correr los 186 escalones que había que subir para salir de la cantera de piedra, cargando pesadas piedras, hasta que se caían y luego les negaban la comida, el descanso o los medicamentos necesarios para que se recuperaran. Los funcionarios del Ministerio de Justicia Alemán enviaron aproximadamente 20.000 personas convictas por delitos, y que cumplían sentencia en prisiones del Ministerio de Justicia, al sistema de campos de concentración en el otoño y el invierno de 1942 y 1943, en el marco de un acuerdo con Himmler para que esos prisioneros fueran “aniquilados a través del trabajo”. En cuatro meses, más de dos tercios de estos prisioneros habían sido obligados a trabajar hasta morir.

La naturaleza arbitraria de la vida y la muerte de los campos de concentración y la negativa de las autoridades de las SS que dirigían los campos a proporcionar suficiente alimento, medicamentos, tiempo para descansar, y ropa y equipamiento adecuados para una vida de trabajo manual pesado, les hacía sentir a muchos de los prisioneros de los campos de concentración que la “aniquilación a través del trabajo” era el objetivo para todos los prisioneros.

Cuando la corriente de la guerra se volvió en contra de Alemania en 1942 y 1943, la necesidad de mano de obra aumentó y la capacidad de los alemanes de extraer trabajadores de la Unión Soviética ocupada disminuyó debido a la derrota militar. La administración de los campos de concentración buscó inducir a los comandantes de los campos a que tomaran medidas para prolongar la vida de aquellos que realizaban trabajos forzados, quienes en 1944 se habían convertido en un bien más preciado. No obstante, los comandantes de los campos encontraron dificultad para cambiar los hábitos arraigados e ideológicamente reforzados de tratar a los prisioneros de modo tal que aumentara la tasa de mortalidad; para las SS, los prisioneros siguieron siendo “el enemigo detrás del alambrado”.

Pese a la disminución insignificante de las tasas de mortalidad en los campos durante los veranos de 1943 y 1944, los prisioneros continuaban muriendo en grandes cantidades. En los centros de exterminio en 1943 y 1944, donde el trabajo forzado nunca fue el principal propósito, la tasa de mortalidad, obviamente, no disminuyó. Después de las colosales derrotas alemanas en el verano y el otoño de 1944, la tasa de mortalidad de los trabajadores de todos los campos aumentó astronómicamente.

Al finalizar la guerra, millones de personas desplazadas no alemanas, incluyendo algunas decenas de miles de judíos que habían sobrevivido a la "solución final", permanecieron en Alemania como legado de los esfuerzos nazis de explotar mediante trabajos forzados a quienes percibían como racialmente inferiores.