Gideon Frieder
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Transcripción
Gideon Frieder:
Los partisanos... Henry nunca se dio cuenta de que yo estaba herido. Pero se dio cuenta de que un niño no podía sobrevivir en las montañas. Los partisanos estaban en constante movimiento, eran una unidad de combate. Cargar con un niño de siete años no es algo que una unidad de combate quiera hacer, así que me llevaron a ese pueblo. Por la noche.
Y seleccionaron la primera casa. No se atrevían a entrar al pueblo. Inspeccionaron el pueblo durante mucho tiempo, pero no había movimiento. El pueblo era tan pequeño que ahí no había guarnición alemana. Era un camino de tierra con algunas casas a los lados. La palabra “pueblo” es exagerada; era una minialdea más que un pueblo. Ahí no había alemanes. Llamaron a la primera casa, que era la casa de Pauline y Jozef Strycharszyk. Y me colocaron ahí.
Bill Benson:
¿Así que no era como una casa segura que conocían?
Gideon Frieder:
No, no, no.
Bill Benson:
Simplemente fue la primera casa a la que llegaron y dijeron: “Acepten a este niño”.
Gideon Frieder:
Sí. Y en cierto sentido, hay dos versiones de esto. Henry, en sus memorias, las cuales utilicé y en cuya publicación tuve un papel decisivo, ya que hice todo el trabajo informático, preparé la publicación y demás, escribió que llegó ahí, y estos partisanos tenían un aspecto razonablemente temible, ya sabes. No se afeitaban, en realidad. Llevaban todas esas granadas colgadas. Tenían algunas ametralladoras que les habían quitado a los alemanes. Y les dijo que mantuvieran a este niño a salvo, y si no, vendrían la siguiente noche y los matarían a todos. Yo diría que este es un argumento bastante persuasivo. Esa es su versión.
La versión de mi padre era que él... que les prometieron una buena recompensa. Todos sabían que la guerra había terminado y que era solo cuestión de tiempo. Y les dijeron que era hijo de un hombre muy importante y que si sobrevivía recibirían una recompensa. No lo sé. Supongo que ambas historias son correctas. Los partisanos adoptaron un método de castigo y recompensa.
Tengo que decir que mientras estuve ahí, no todo lo que hicieron fue producto del miedo. Sentía que me querían. Me sentía, dentro de ciertos límites, seguro mientras estaba en la casa. Nunca me alejaba más de 50 metros del perímetro de la casa. Así que en toda mi estancia ahí, nunca dejé las inmediaciones de la casa. Así que no diría que me sentía muy convencido de mi seguridad. Pero...
Bill Benson:
Y estuvo ahí bastante tiempo.
Gideon Frieder:
Estuve ahí desde octubre del 44 hasta abril del 45. Nunca me alejaba de los alrededores de la casa. Excepto una vez, cuando en diciembre fuimos caminando hasta el verdadero pueblo vecino. Yo diría que a unos cinco kilómetros, tres millas y media, tres millas o tres millas y media. Caminamos hasta ahí para la misa de medianoche en Navidad, en diciembre, a través de la nieve. Pero no recuerdo ninguna otra ocasión en la que me alejara de la casa.
Bill Benosn:
Y hablando de ir a misa, la familia le dio una identidad.
Gideon Frieder:
Ah, sí. Obviamente, cuando llegué. Una de las razones por las que creo que hicieron todo... Permítame regresar. En ese pueblo de posiblemente 50 casas si acaso, quizás 25, salvaron a diez familias de judíos.
Bill Benson:
Vaya. ¿Tan solo en ese pueblo?
Gideon Frieder:
En ese pequeño pueblo de católicos extremadamente religiosos, en la choza en la que yo estaba, en esta casa. Por cierto, la foto de la casa es una foto moderna. En ese tiempo, no existía el lado de concreto de la casa, no estaba ahí. Y no había verdaderas ventanas de vidrio bellamente pintadas de blanco. Esta es una foto nueva.
Todas las paredes de las dos grandes habitaciones que había en la casa tenían una imagen grande del corazón de Jesús. Estos eran católicos con profundas creencias. Salvaron a mucha gente. Así que cuando llegué ahí, era muy obvio que si me llamaba Gideon Frieder, mis posibilidades de sobrevivir serían más bien mínimas. Así que me pusieron un nombre eslovaco, un nombre que sonaba muy eslovaco. Me llamaron Jan Suchý. Jan es la versión eslava de Juan.
Bill Benson:
¿Entonces, Jan? Okay.
Gideon Frieder:
Jan. Y el diminutivo es Janko, así que me llamaban Janko. Suchý es un nombre muy típico con sonido eslovaco. En cierto sentido es muy gracioso, porque suchý en eslovaco significa “seco”. Y cuando me llevaron ahí, yo estaba todo menos seco. Estaba empapado. Era un desastre.
Y me enseñaron... en primer lugar, establecieron mi identidad. Yo era el hijo del hermano de la mujer. Y el hermano de la mujer, mira qué listos, esta gente no tenía ninguna educación. Pero eran tan inteligentes. Sí sabes que la inteligencia y la educación son dos cosas diferentes. Eran tan inteligentes; entendían lo que había que hacer. Entendían que tenían que establecer una identidad para mí que fuera impecable. Mi linaje tenía que ser impecable. Entonces, mi linaje era que yo era hijo del hermano de la mujer, que había sido asesinado por los partisanos. Así que para los alemanes, yo era alguien realmente valioso. Quiero decir, obviamente no me gustaban los partisanos si habían asesinado a mi padre.
Y ellos me enseñaron. Me enseñaron una oración. Me decían que si alguien me preguntaba esto, le tenía que decir aquello. Y por mi vida que no podía entender lo que me habían enseñado. No me importaba para nada. Lo memoricé y lo usé.
Solo más tarde fue que lo descubrí. Lo que me habían enseñado era el Padre Nuestro. Perdón. Obviamente, ningún niño judío iba a saber el Padre Nuestro. Pero hay que remontarse a la década de 1940. Estos eran católicos. La Iglesia Católica practicaba la misa en latín. Toda la liturgia se celebraba en latín, con tres excepciones, siempre en el idioma del país. Y una de las excepciones era el Padre Nuestro.
Pero ellos no eran precisamente graduados universitarios; ni siquiera se habían graduado de una escuela primaria. Sus padres les habían enseñado, y a su vez, a ellos les habían enseñado sus padres durante generaciones. Las palabras en eslovaco eran: otec náš ktorý si na nebesiach; “Padre nuestro, que estás en los cielos...” Esto [se] llama Otčenáš; Otčenáš es Ot-če-náš “Padre Nuestro”. Todas las palabras se amontonaban entre sí. Pero así era como se lo sabían los eslovacos, ¿no? No importaba que lo dijeras mal, porque los niños lo decían mal. No entendían la misa en latín, tampoco entendían lo que decían ahí hasta que crecían y podían analizar la oración. Así que esto estableció mi identidad como un buen niño católico de nombre Jan Suchý.
Tenía... tengo los ojos azules, todavía son azules. Yo tenía... ahora es blanco otra vez. Es decir, yo tenía el pelo claro y ahora está claro de nuevo, pero por otra razón. Tengo la nariz recta. No parezco judío, sin importar lo que eso significa. Así que aprobé. Pero imagínate la inteligencia de estas personas. La comprensión que tienen. Lo que se requiere para sobrevivir. Es posible que yo fuera el primer judío que veían en su vida, pero entendían lo que era importante para sobrevivir, cómo sobreviven los niños, e hicieron todo lo posible por sobrevivir. Tengo muchas pruebas, que ocurrieron muchos años después, de que lo que hicieron no lo hicieron porque estuvieran bajo amenaza.
Biografía
Gideon Frieder nació el 30 de septiembre de 1937 en Zvolen, Eslovaquia. Al principio de la guerra, su familia se trasladó a la ciudad de Nové Mesto en Eslovaquia, después de que a su padre, el rabino Abraham Frieder, le ofrecieran un puesto ahí. Eslovaquia era un estado satélite colaborador de la Alemania nazi. Las autoridades eslovacas deportaron a los abuelos de Gideon en 1942. Es probable que hayan muerto en Auschwitz-Birkenau.
El rabino Frieder formaba parte del “Grupo de Trabajo” clandestino de Eslovaquia, una organización secreta dedicada a rescatar a judíos, y era responsable de sus comunicaciones con las autoridades eslovacas. Escribió sobre sus experiencias, que más tarde se publicaron en un libro titulado To Deliver Their Souls: The Struggle of a Young Rabbi During the Holocaust y representan una fuente de información importante para los historiadores que estudian el “Grupo de Trabajo”.
En 1944, durante el levantamiento eslovaco contra el gobierno eslovaco proalemán, Gideon, su madre y su hermana huyeron de Nové Mesto y se dirigieron a Banská Bystrica, una ciudad en Eslovaquia central que fue el centro del levantamiento. El rabino Frieder huyó por separado, temiendo que, como había formado parte del “Grupo de Trabajo”, asesinarían a cualquier persona cercana a él si lo atrapaban.
Cuando las unidades móviles de exterminio alemanas se acercaban a Banská Bystrica, Gideon, su madre y su hermana huyeron a las montañas, donde quedaron atrapados en una masacre en el pueblo de Staré Hory. Su madre y su hermana fueron asesinadas; Gideon resultó herido, pero sobrevivió.
Un partisano judío, Henry Herzog, llevó a Gideon al pueblo de Bully, donde lo alojaron con la familia de Paulina y Jozef Strycharszyk. Henry Herzog escribió más tarde sus memorias, ...And Heaven Shed No Tears, y describió cómo ayudó a salvar a Gideon. Gideon permaneció en Bully hasta 1945, cuando las tropas rumanas que luchaban con el ejército soviético liberaron la zona. El padre de Gideon, que también sobrevivió a la guerra, lo encontró más tarde. Su padre volvió a casarse, pero murió en 1946.
Después de la guerra, Gideon y su madrastra emigraron a Palestina en un transporte no autorizado en 1947, un año antes de la Guerra de Independencia de Israel. Gideon permaneció en Israel hasta 1975, cuando emigró a Estados Unidos. En la actualidad es el catedrático emérito “A. James Clark” de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad George Washington en Washington, DC, y voluntario en el Museo.