En el verano de 1945, representantes de las naciones aliadas vencedoras (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética) se reunieron en Londres para analizar la creación de un Tribunal Militar Internacional. Había vastas cuestiones por resolver: cómo y dónde se reuniría tal tribunal, cuáles serían los cargos delictivos y qué perpetradores serían juzgados.

El presidente estadounidense Harry S. Truman emitió una orden ejecutiva para designar al juez de la Corte Suprema Robert H. Jackson como representante de los Estados Unidos y fiscal principal. Aunque los ingleses y soviéticos anteriormente se habían opuesto a hacer un juicio (argumentando que los líderes nazis debían ser ejecutados de inmediato), las cuatro potencias en Londres se comprometieron a llevar adelante un juicio. Luego de semanas de acaloradas discusiones sobre la jurisdicción, los procedimientos, las convenciones y la selección de los acusados, los representantes de los cuatro países aliados firmaron un acuerdo en donde sentaron las bases para una corte sin precedentes: el Tribunal Militar Internacional (IMT).

En total, 51 miembros de cuatro equipos de fiscales nacionales presentaron alegatos ante el Tribunal Militar Internacional y cientos de personas más trabajaron en la División de Documentación, la División de Interrogación, la División de Proyectos Especiales y como personal auxiliar en el juicio.