Miriam y su familia huyeron de su hogar cuando los alemanes invadieron Polonia en 1939. Las fuerzas soviéticas los recluyeron y deportaron a Siberia. Cerca de la ciudad de Tomsk, Miriam cortaba madera para ganar raciones de alimentos. Cuando la Unión Soviética entró en guerra con Alemania en junio de 1941, los soviéticos dejaron en libertad a Miriam y a su familia. Para conseguir el pasaje de tren, vendieron las raciones que habían recibido de la Cruz Roja con la intención de regresar a Polonia, pero la mayor parte de la familia se quedó en Kazajstán el resto de la guerra. Allí, su padre enseñaba hebreo a niños judíos.
Vivíamos en casas de madera que tenían para los prisioneros. Se llevaron a los prisioneros a otra parte y nos dieron a nosotros esas casas. Cortábamos nuestra propia leña para calentar la casa, que tenía una sola habitación grande, donde vivían dos familias. Nos hicimos unos bancos, de pared a pared, y dormíamos unos junto a otros. En primer lugar, porque así nos manteníamos calientes y para ahorrar espacio, porque no había mucho lugar. Derretíamos la nieve para cocinar. La comida era… Si conseguíamos una libra (medio kilo) de maíz en grano, lo molíamos para hacer harina, y hervíamos agua y con eso preparábamos una especie de gachas. Éramos como veinte personas y todas debían recibir una cucharada, así que se hacían las gachas espesas y nos quedábamos mirándolas, mientras se preparaban, con la esperanza de que se volvieran más y más espesas. Si no agregabas agua, para que quedaran espesas, entonces todos recibirían apenas una cucharada para comer. Y con eso nos manteníamos. Con la esperanza de que algún día acabaría la guerra y regresaríamos a Polonia.
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