La familia de Nesse tenía un negocio de productos lácteos. Los alemanes ocuparon Lituania en 1941 y establecieron un ghetto en Siauliai. Nesse vivió en el ghetto hasta 1943, cuando tuvo edad suficiente para trabajar. En 1944, Nesse, su madre y un hermano fueron deportados al campo de Stutthof, cerca de Danzig. Nesse trabajó en varios subcampos de Stutthof hasta enero de 1945, cuando enviaron a los reclusos a una marcha de la muerte. En marzo fue liberada por los soviéticos. Nesse, su madre y sus dos hermanos sobrevivieron, y ella llegó a Estados Unidos en 1950.
Yo trabajaba en ese tiempo en el hospital de guerra. Mi trabajo consistía en poner leña en las estufas para que los soldados alemanes se mantuvieran calientes. Como sabes, teníamos un trabajo, teníamos que hacer nuestro trabajo. Esa mañana, cuando fui a ver a mi comandante para ir a trabajar —era exactamente el 5 de noviembre de 1943, cuando salí con mi grupo a trabajar—, vimos camiones afuera del ghetto, camiones cubiertos con lonas. Nos dijeron que no podíamos ir a trabajar. Recuerdo que volví corriendo a mi habitación. Mi madre me puso dos vestidos, uno encima de otro. La gente decía que quizás no te dejarían llevar un bulto. Para estar seguros, un poco de pan en el bolsillo, una moneda en el bolsillo, estábamos preparados para que nos deportaran. En una media hora o lo que sea, no recuerdo exactamente, tal vez 20 minutos, fue poco tiempo, la policía judía comenzó a correr por los ghettos diciendo que se había cometido un error en la orden, que todos los trabajadores debían salir del ghetto. Caos. La gente no sabía qué era lo mejor. Algunos decían que era mejor esconderse en esa Malina, en el escondite —Malina sera el nombre del escondite en esa época, una Malina— y otros decían que era mejor ir a trabajar. La policía judía corría y decía que cualquiera podía salir a trabajar, teníamos gente maravillosa que eran policías judíos en mi ciudad. No oirás ni una sola mala palabra sobre los líderes y la policía de los judíos de Šiauliai hasta cierto punto, porque después de cierto punto, para cubrir a otras personas que los alemanes nombraron, los trajeron de fuera y fue diferente. Pero mientras tuvimos a nuestra propia gente de nuestro pueblo, todo estuvo bien. Así que dijeron que era mejor ir a trabajar. Recuerdo que aquel día me fui a trabajar, pero durante todo el día nos preguntamos qué hacían los camiones cerca del ghetto. En cierto momento, en ese hospital trabajamos con un alemán. Él estaba con un comandante de construcción que se llamaba Ortek (ph) y era civil y era un hombre bastante agradable, me daba a veces un poco de pan, pero no tenía nada que ver con la seguridad ni con cuidar a los judíos. Su trabajo era construir lo que fuera. Así que le pedimos a este hombre que se acercara al ghetto a ver qué pasaba. Cuando volvió dijo que no había pasado nada, pero vimos que estaba pálido, vimos que estaba molesto. Pero dijo que nada, que no había nada ahí. Aquella tarde, cuando volvíamos del trabajo, a manzanas y manzanas de distancia del ghetto, Linda, oímos gritos, gritos que espero que nadie escuche jamás. Lo que pasó en el ghetto de Siauliai, Lituania, el 5 de noviembre de 1943, fue que las SS y la Gestapo, con la ayuda de ucranianos, ucranianos que dejaron a los rusos y se unieron a la causa del mal, muchos de ellos fueron y se unieron para matar a judíos, fue un momento terrible, entraron en el ghetto, encontraron todos los escondites, entraron, rompieron todos los platos, todas las almohadas, hicieron que todas las personas se acercaran a la puerta cerca del lugar donde nos reuníamos para trabajar, todos los niños, todos los ancianos, todos los enfermos, todos los bebés que habían nacido ilegalmente en el ghetto. Nos decían que no teníamos permitido embarazarnos, pero las mujeres quedaban embarazadas. Permanecían en su pequeña habitación en el ghetto. Si las descubrían en la selección, pues las descubrían, pero si no las descubrían tenían a su bebé en el ghetto. Pero ese día no se salvó ni un solo niño. En la puerta, una selección a la derecha y a la izquierda, mil niños. Quinientos ancianos y enfermos y unos cientos sanos y fuertes, entre ellos dos hombres de nuestro Consejo Comunitario Judío, porque estos dos hombres les dijeron: “¿A dónde llevan a estos niños?” Dijeron: “A un campamento mejor, puedes venir y comprobarlo”, y también los pusieron en los camiones. Entonces no sabíamos a dónde los llevaban. Creíamos sinceramente que se los habían llevado a otro campo donde tenían niños. Dijeron que estos niños necesitaban supervisión, “todos ustedes vayan a trabajar, nosotros nos encargaremos de ellos”. Después de la guerra, nos enteramos de que los habían llevado a Auschwitz, donde fueron gaseados e incinerados, ni siquiera los mantuvieron ahí un día.
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