Un diplomático y su hábil gestión de documentos para salvar vidas arrojan nueva luz sobre el Holocausto

Por CLAUDIA TORRENS y RANDY HERSCHAFT

The Associated Press (Copyright 2010 The Associated Press. Todos los derechos reservados. Este material no puede ser publicado, transmitido, reproducido ni redistribuido.)

NUEVA YORK, 28 de febrero de 2010 (AP)

Ina Polak tardó 35 años en descubrir un papel polvoriento que probablemente salvó su vida y la de su familia en el campo de concentración de Bergen-Belsen.

Fue recién en 1980, cuando limpiaba el apartamento de su madre que acababa de fallecer en la ciudad de Nueva York, que descubrió el documento con los nombres de ella, su hermana y sus padres. Era un certificado de ciudadanía salvadoreño.

“Lo primero que pensé fue: '¡Ahora entiendo!'”, afirmó Polak, de 87 años.

Ella y su familia eran judíos holandeses, sin ninguna conexión con el distante país centroamericano de El Salvador. Sin embargo, el certificado, de 1944, fue su salvación gracias a un hombre llamado George Mantello.

Mantello, un judío nacido en la actual Rumania, fue uno de los contados diplomáticos que, otorgando visas o ciudadanías, generalmente, sin el conocimiento de sus gobiernos, salvaron a miles de judíos y a otras personas que huían de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Casos similares fueron el de Hiram Bingham IV, funcionario consular de los EE. UU. en Marsella, Francia, a quien se le atribuye haber emitido visas y otros documentos, y haber rescatado a aproximadamente 2.000 personas; o Chiune Sugihara, un enviado japonés en Lituania, a quien se le atribuye haber salvado a 3.500 personas; o el Dr. Feng Shan Ho, cónsul chino en Viena, cuyas visas permitieron a 18.000 judíos huir hacia la seguridad de Shanghái.

El más conocido de todos ellos es el sueco Raoul Wallenberg, quien, antes de desaparecer en un misterio aún no resuelto del Holocausto, realizó esfuerzos que probablemente contribuyeron a salvar 90.000 vidas judías en Hungría.

La obra de Mantello vuelve a captar la atención en nuestros días gracias a que eruditos estudian archivos de reciente publicación e intentan descubrir cuántas vidas salvó este hombre cuando burló la burocracia diplomática durante el Holocausto en el que los nazis y sus colaboradores asesinaron 6 millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Entre 1942 y 1944, Mantello, entonces primer secretario del consulado salvadoreño en Ginebra, Suiza, emitió gracias a una red de contactos 10.000 documentos para los judíos de la Europa nazi, según afirma su hijo, Enrico Mantello.

La misma cifra indica David Kranzler en el año 2000, en su libro The Man who Stopped the Trains to Auschwitz (El hombre que detuvo los trenes a Auschwitz) sobre el diplomático. En él también describe el importante papel que tuvo Mantello en la publicación del llamado “Protocolo de Auschwitz”, una descripción realizada por dos prisioneros que escaparon del mayor campo de exterminio nazi.

No se sabe cuántas vidas se salvaron gracias a los documentos de Mantello. “Sin duda cientos”, afirma Mordecai Paldiel, profesor de estudios sobre el Holocausto de la Universidad Yeshiva de Nueva York. Según una carta de Carl Lutz, diplomático suizo que trabajó con Mantello, se salvaron “miles”.

Sin los certificados salvadoreños, Polak y su familia probablemente habrían sido forzados a trabajar hasta la muerte en Bergen-Belsen, o enviados a otros campos o a las minas de sal. En cambio, con documentos latinoamericanos, fueron trasladados a un pequeño recinto en un campo lleno de judíos, luego sacados de Bergen-Belsen en tren junto con 2.400 personas y rescatados por las tropas estadounidenses en abril de 1945.

“En aquel entonces”, Polak señaló, si un funcionario alemán “veía un documento que tuviera el sello y la firma correspondientes, lo consideraba legal. Ante los ojos de los alemanes, las personas que portaban estos documentos podían ser enviadas a un país neutral, a un mejor campo”.

Mantello envió copias autenticadas de los certificados y conservó los originales. En 2005, se encontraron más de 1.000 de ellos en una maleta de un sótano de Ginebra. Tres años después, su hijo los donó al Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos en Washington, D.C.

En este momento, los investigadores del museo están tratando de ubicar a los beneficiarios de los certificados para tener una idea de cuántos de ellos efectivamente se salvaron y cuál fue el alcance de los esfuerzos de rescate de Mantello. Los certificados de ciudadanía pueden verse en el sitio web del Museo.

Judith Cohen, directora de los archivos de fotos, sostiene haber descubierto cómo, gracias a los documentos, dos familias holandesas fueron liberadas de Bergen-Belsen en enero de 1945, luego enviadas a Suiza y finalmente al norte de África para ser intercambiadas por prisioneros alemanes.

“Sabemos que los certificados salvadoreños realmente ayudaron a sacar gente del campo de concentración para liberarla”, manifestó Cohen. Aunque considera que esto es una “muy pequeña nota al pie de la historia”, recuerda el dicho judío: “quien salva a una persona es igual a quien salva a todo el mundo”.

En un discurso del año pasado, Cohen señaló que “aunque los intentos de rescate no hubieran prosperado, la mera existencia de los certificados prueba que durante la ocupación las personas se preocupaban por su prójimo y trataban de ayudar a los amigos en un grado mayor de lo que generalmente se reconoce”.

Además, el hecho de que los rescatistas tuvieran zonas objetivo aporta más datos del Holocausto, pues indica “quién sabía qué y cuándo” sobre lo que ocurría durante el dominio nazi, afirmó.

Tras la guerra, Polak se casó con otro sobreviviente, Jaap Polak, y hoy vive en Eastchester, Nueva York. Para ella, posiblemente fueron los amigos de su padre quienes le dieron a Mantello el apellido de la familia.

Su padre, Abraham Soep, era un fabricante de diamantes de Ámsterdam y probablemente recibió el certificado de ciudadanía mientras la familia estaba en un campo de tránsito nazi holandés antes de ser enviados a Bergen-Belsen (el mismo campo donde murió otra niña de Holanda, Ana Frank, la autora del famoso diario).

Con los documentos de ciudadanía, sus portadores a veces tenían el derecho de usar sus propias ropas en lugar de los uniformes de prisión y a vivir en una sección especial de Bergen-Belsen.

La diferencia era importante, afirma Paul Shapiro, director del Centro de Estudios Avanzados del Holocausto del museo en Washington. “Recordemos que estar en la parte equivocada del campo significaba ser hombre muerto”.

Si bien Wallenberg actuó por iniciativa y con el apoyo de su gobierno, otros diplomáticos procedían en contra de las políticas inmigratorias de sus países o las interpretaron “de manera muy, muy liberal”, manifiesta Paldiel, de la Universidad Yeshiva, y autor del libro Diplomat Heroes of the Holocaust (Diplomáticos héroes del Holocausto).

En su discurso, Cohen afirmó que los diplomáticos de Portugal y Rumania, así como los representantes del Vaticano y la Cruz Roja Internacional, ayudaron a repartir los documentos de Mantello.

De los miles de diplomáticos con asiento en Europa, los que hicieron un esfuerzo constante para salvar judíos fueron “solo una decena”, según el Dr. Rafael Medoff, director del Instituto David S. Wyman para Estudios del Holocausto en Washington, D. C.

Como judío, Mantello podría haber sido fácilmente víctima de los nazis. Había ocupado puestos diplomáticos honorarios para el gobierno de El Salvador a partir de 1939 y había cambiado su apellido Mandel por Mantello, que sonaba más español. Sin embargo, fue arrestado por los alemanes en Belgrado en 1942. Consiguió escapar a Ginebra, donde se convirtió en el primer secretario del consulado salvadoreño y comenzó a rescatar a otros judíos.

El Cnel. José Arturo Castellanos, cónsul general, le permitió emitir los certificados que su gobierno descubrió sólo posteriormente. Como El Salvador no era un país neutral, sino que apoyaba a los Aliados, Mantello debió usar emisarios para distribuir los certificados.

Según el museo de Washington, las copias de los certificados confeccionados por Mantello y su equipo de secretarios voluntarios suizos fueron enviadas a casi todos los países de la Europa ocupada, e incluso a Auschwitz, con resultados dispares.

Por su parte, los alemanes usaron a los prisioneros judíos que llevaban dichos documentos para intercambiar ciudadanos alemanes detenidos en Latinoamérica o en los EE. UU., sostuvo Medoff.

“Aún si los alemanes sospechaban que los documentos podían ser falsos, generalmente no les importaba, pues estos prisioneros eran muy útiles”, añadió.

En enero de 1945, 800 alemanes detenidos en América fueron intercambiados por 800 ciudadanos estadounidenses y latinoamericanos en Alemania, entre los que se encontraban 149 judíos de Bergen-Belsen con documentos latinoamericanos, explicó Medoff.

Robert Fisch, un pediatra de Minneapolis, recuerda haber visto un certificado de ciudadanía en su casa de Budapest en 1944.

“Mi madre me dijo, e incluso lo escribió: 'No entregues este documento. Es muy importante'”, afirma Fisch, que en la actualidad tiene 84 años.

Si bien el trabajo de Mantello con los documentos de ciudadanía se mantuvo bajo reserva, su papel en publicitar el Protocolo de Auschwitz generó plegarias, protestas públicas e iracundos titulares en Suiza. Las protestas provocadas en todo el mundo posiblemente incidieron en la decisión del gobierno húngaro de suspender las deportaciones de judíos a Auschwitz.

Según Paldiel, la obra de Mantello no se conocía plenamente porque no pertenecía a organizaciones judías. Fue un hombre de negocios que creó su propia red de voluntarios y emisarios. Después de la guerra, tuvo dificultades para continuar con su carrera diplomática y fue acusado de corrupción financiera; sin embargo, los cargos se levantaron tras una investigación.

Un hombre que apreció sus esfuerzos, y lo manifestó en sus escritos, fue Lutz, diplomático suizo en Budapest que entregó muchos de los documentos de Mantello a judíos.

“Puede tener la certeza de que… usted prestó un valioso servicio que, cuando retornen las condiciones normales a este mundo, le agradecerán los miles de seres humanos cuyas vidas usted salvó”, escribió en una carta que se conserva en el museo de Washington.

Enrico Mantello, que en la actualidad tiene 80 años y vive en Ginebra y Roma, recuerda que su padre enviaba un certificado tras otro.

“Era una persona de gran energía e iniciativa. Necesitaba dormir muy poco”, afirmó. “Era un ser apasionado, y no aceptaba un 'no' por respuesta”.

Sin embargo, entre el final de la guerra y su muerte, en 1992, Mantello vivió atormentado.

Entre las personas a las que envió documentos de ciudadanía estaban sus padres, que se encontraban en lo que era Hungría. Pero los documentos llegaron uno o dos días tarde, y su madre y su padre, junto con el resto de los judíos de la localidad, fueron enviados a Auschwitz y asesinados.

“Es una horrible y triste ironía”, observó Cohen, el investigador del museo. “Los certificados salvaron a personas de toda Europa y, a pesar de sus esfuerzos, él no pudo salvar a sus propios padres”.

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