Varios factores determinaron el flujo y reflujo de la emigración de la comunidad judía alemana. Entre ellos se puede mencionar el grado de presión ejercido sobre dicha comunidad en el país y la disposición de otras naciones para admitir a los inmigrantes judíos. No obstante, ante la creciente represión legal y violencia física, muchos judíos huyeron de Alemania. Hasta octubre de 1941, la política alemana alentó oficialmente la emigración judía. Gradualmente, sin embargo, los nazis procuraron privar de su propiedad a los judíos que huían de Alemania mediante el cobro de un impuesto de emigración cada vez más alto y la restricción de la cantidad de dinero que se podía transferir al extranjero desde los bancos alemanes.

En enero de 1933, la demografía total de Alemania incluía unos 523.000 judíos, lo cual representaba menos del 1 por ciento. En su mayoría, la población judía era urbana y aproximadamente una tercera parte vivía en Berlín. La respuesta inicial a la toma del poder nazi fue una importante ola de emigración (37.000 a 38.000 habitantes), gran parte de ella a los países vecinos europeos (Francia, Bélgica, los Países Bajos, Dinamarca, Checoslovaquia y Suiza). Los nazis atraparon más tarde a la mayoría de estos refugiados, después de la conquista de Europa occidental en mayo de 1940. Quienes eran especialmente proclives a emigrar eran los judíos políticamente activos. Durante los primeros años del régimen nazi, otras medidas que estimularon la decisión de emigrar fueron la destitución de los judíos de la función pública y el boicot contra tiendas de propietarios judíos auspiciado por los nazis.

Durante los dos años siguientes, la cantidad de emigrantes se redujo. Esta tendencia quizá se debió en parte a la estabilización de la situación política nacional, pero también fue consecuencia del estricto cumplimiento de restricciones para la inmigración estadounidense, así como también la creciente renuencia de los países europeos y del Commonwealth británico a aceptar más refugiados judíos.

A pesar de la aprobación de las Leyes de Nuremberg en septiembre de 1935 y las ordenanzas relacionadas posteriores que privaron a los judíos alemanes de derechos civiles, la emigración judía se mantuvo más o menos constante.

Los sucesos de 1938 aumentaron drásticamente la emigración judía. La anexión alemana de Austria en marzo, el aumento de ataques personales a los judíos durante la primavera y el verano, el pogrom nacional de la Kristallnacht (“Noche de los cristales rotos”) en noviembre y la posterior confiscación de la propiedad judía provocaron un aluvión de solicitudes de visas. Si bien resultaba difícil encontrar un destino, unos 36.000 judíos se fueron de Alemania y Austria en 1938, y 77.000, en 1939.

La repentina oleada de emigrantes provocó una importante crisis de refugiados. El presidente Franklin D. Roosevelt convocó a una conferencia en Evian, Francia, en julio de 1938. A pesar de la participación de delegados de 32 países, entre ellos Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Canadá y Australia, solo la República Dominicana decidió aceptar más refugiados. Esta difícil situación de los refugiados judíos alemanes, perseguidos en su país y rechazados en el extranjero, también se ve ilustrada por la travesía del “St. Louis”.

Durante 1938 y 1939, en un programa conocido como el Kindertransport, el Reino Unido admitió a 10.000 niños judíos sin compañía de adultos como medida de emergencia. En 1939 fue también la primera vez que los Estados Unidos completó su cupo combinado para alemanes y austriacos (que ahora también incluía a la anexada Checoslovaquia). Sin embargo, este límite de ninguna manera satisfacía la demanda. A fines de junio de 1939, 309.000 judíos alemanes, austriacos y checos habían presentado su solicitud para un cupo de 27.000.

En septiembre de 1939, aproximadamente 282.000 judíos se habían ido de Alemania y 117.000 de la anexada Austria. De todos ellos, unos 95.000 emigraron a los Estados Unidos, 60.000 a Palestina, 40.000 a Gran Bretaña y unos 75.000 a América Central y del Sur, especialmente a Argentina, Brasil, Chile y Bolivia. Más de 18.000 judíos del Reich alemán también pudieron encontrar refugio en Shanghai, en la China bajo ocupación japonesa.

A fines de 1939, unos 202.000 judíos se quedaron en Alemania y 57.000 en la anexada Austria, muchos de los cuales eran ancianos. En octubre de 1941, cuando se prohibió oficialmente que los judíos emigraran, los que quedaban en Alemania ya eran apenas 163.000. La gran mayoría de ellos fueron asesinados en campos y ghettos nazis durante el Holocausto.