Tanto dentro de Alemania como fuera de ella, el término "Tercer Reich" se usó a menudo para describir el régimen nazi en ese país, que se extendió desde el 30 de enero de 1933 al 8 de mayo de 1945.

El canciller Adolf Hitler y el presidente Paul von Hindenburg.

La llegada de los nazis al poder marcó el comienzo del Tercer Reich. Acabó con la República de Weimar, una democracia parlamentaria establecida en la Alemania vencida después de la Primera Guerra Mundial. Los últimos años de esta República estuvieron hostigados por el estancamiento político, la creciente violencia política callejera y la depresión económica. Estos años también estuvieron caracterizados por líderes que, sin un compromiso firme con la democracia, estaban dispuestos a invocar legislaciones de emergencia como reemplazo del consentimiento parlamentario.

Después de la designación de Adolf Hitler como Canciller, el 30 de enero de 1933, los líderes del nuevo Gobierno (una coalición de nazis y nacionalistas alemanes) pasaron rápidamente a suspender los derechos civiles básicos de todos los alemanes. Luego de un sospechoso incendio en el Reichstag (Parlamento alemán), el 28 de febrero de 1933, el Gobierno alegó falsamente que había sido la señal de un esfuerzo comunista de derrocar al Estado. Proclamó el estado de emergencia en un decreto que suspendía los derechos civiles constitucionales y permitía a Hitler decretar más legislación sin la confirmación parlamentaria.

En los primeros meses del mandato de Hitler, los nazis establecieron una política de “coordinación” (la alineación de los individuos y las instituciones con los objetivos nazis). En seis meses, los nazis proscribieron a todos los otros partidos políticos, incluso a sus socios de coalición, los nacionalistas alemanes, o los forzaron a una disolución "voluntaria".

Miembros de las Tropas de Asalto (SA) marchan a través de la puerta de Brandenburgo.

La cultura, la economía, la educación y la ley quedaron bajo el control nazi. El régimen nazi también intentó “coordinar” las iglesias alemanas y, aunque no lo logró completamente, ganó el apoyo de la mayoría de los clérigos católicos y protestantes. Asimismo, los Nazis lograron movilizar especialmente el apoyo de las elites cultas y profesionales de Alemania, que incluían a abogados, policías, docentes y médicos. También obtuvieron el respaldo de la elite que ocupaba la función pública al cumplir con las promesas electorales de destruir el Tratado de Versalles, devolver a Alemania a los rangos de las grandes potencias, sacar a la nación de la depresión, recuperar las calles de los delincuentes y los subversivos, aplastar la amenaza comunista y crear oportunidades laborales para jóvenes profesionales.

Con gran éxito, los funcionarios nazis usaron un gran despliegue de propaganda, creada con cuidadosa destreza, para apelar, cuando fuera necesario, a metas sociales, económicas y nacionales más generales. Buscaban atraer a nacionalsocialistas convencidos y a los alemanes que no eran nazis, a la vez que menoscababan cualquier sentimiento en su contra.

El presidente alemán Paul von Hindenburg murió en agosto de 1934. Hitler había conseguido el apoyo del ejército con la purga de Röhm, el 30 de junio de 1934. Abolió la presidencia y se proclamó Führer del pueblo alemán (Volk). Todo el personal militar y todos los funcionarios públicos prestaron un nuevo juramento de lealtad personal hacia Hitler como Führer. Quien también conservó el cargo de canciller del Reich (jefe del Gobierno).

Los alemanes aplauden a Adolf Hitler cuando deja el Hotel Kaiserhof después de asumir el cargo de canciller.

Con este rango, Hitler se encontraba fuera de todas las restricciones legales del aparato del Estado siempre que sentía la necesidad de adoptar políticas y tomar decisiones que considerara precisas para la supervivencia de la raza alemana. Esta línea de autoridad fuera de la ley, conocida como “Führer Ejecutivo” (Führerexekutiv) o "El Principio del Führer” (Führerprinzip), se prolongaba hasta los rangos del partido nazi, las SS, la burocracia estatal y las fuerzas armadas. Permitía a los organismos del partido, el Estado y las fuerzas armadas operar fuera de la ley cuando fuera necesario para lograr metas ideológicas del régimen mientras mantenían la ficción de estar cumpliendo con las normas legales.

A menudo, los observadores internos y extranjeros, y algunos de los propios nazis malinterpretaban que la noción del “principio del Führer” significaba obediencia absoluta a los superiores. Según lo comprendían los líderes nazis, el concepto sí encarnaba obediencia, pero también suponía el uso de bastante imaginación e iniciativa. Esto permitía a un individuo con la certeza de estar “trabajando para el Führer” desoír a su superior en ciertas circunstancias en que las medidas que proponía o tomaba demostraran una mejor comprensión de las metas a largo plazo del régimen nazi.

Hitler tenía la última palabra tanto en legislación nacional como en política exterior. La política exterior nazi se guiaba por la creencia racista de que Alemania estaba destinada biológicamente a expandirse hacia el Este mediante la fuerza militar y que una población alemana extendida y de raza superior debía establecer un gobierno permanente en Europa oriental y la Unión Soviética. Aquí, las mujeres tenían un rol vital. La agresiva política demográfica del Tercer Reich alentaba a las mujeres "de raza pura” a dar a luz tantos niños "arios" como fuera posible. No obstante eso, durante la guerra el régimen nazi fomentaba la participación activa de mujeres alemanas en diversas actividades, particularmente en el Este bajo ocupación. Éstas tareas incluían la participación en organizaciones benéficas y de asistencia social que utilizaban ropa y equipamiento doméstico reciclados, tomados de víctimas judías del Holocausto, hasta la enseñanza de versiones nazis de historia europea en escuelas para personas de etnia alemana, en la Polonia y la Unión Soviética bajo ocupación.

Como principio absoluto de seguridad nacional, la ideología nazi requería la eliminación de los pueblos de "raza inferior" (tales como los judíos y los romaníes) y de los enemigos políticos implacables (tales como los comunistas) de las regiones donde vivían alemanes. En su política exterior durante la década de los treinta, los líderes nazis, desde el principio, intentaron librar una guerra de aniquilación contra la Unión Soviética. El Gobierno nazi gastó importantes recursos durante los años de paz para preparar al pueblo alemán para esa guerra. En el contexto de batalla ideológica, los alemanes planearon e implementaron el Holocausto, el asesinato en masa de los judíos, a quienes los líderes nazis consideraban el principal enemigo "racial".

Los nazis usaban espacios públicos para promover sus ideas sobre la raza.

Los factores clave que evitaron el desarrollo de una resistencia organizada del régimen nazi incluían:

-La represión de la disidencia política abierta por parte de la Gestapo (policía secreta estatal) y el Servicio Secreto (SD) del partido nazi.

-La gran popularidad de Hitler entre los alemanes.

-El apoyo abrumador de casi todos los alemanes por defender al Tercer Reich frente a la Unión Soviética.

Sin embargo, había cierta oposición alemana a políticas o personalidades específicas del Estado nazi, a menudo expresada en disconformidad personal y actos individuales de rebeldía contra ordenanzas nazis. Además, hubo dos importantes atentados contra la vida de Hitler. El primero lo llevó a cabo una persona sola, Georg Elser, en noviembre de 1939. El segundo involucró a una pequeña conspiración de líderes militares alemanes, inspirados por el coronel Klaus Schenk Count von Stauffenberg, quien intentó asesinar a Hitler el 20 de julio de 1944 y reemplazar el régimen nazi con uno autoritario-conservador bajo una dictadura militar temporaria.

Si bien se desarrollaron otros pequeños y aislados grupos de resistencia, incluso una resistencia comunista poco organizada, la vasta mayoría de los alemanes apoyó el régimen nazi hasta su caída. Alemania se rindió ante los aliados el 8 de mayo de 1945. Ese día, el “Tercer Reich” llegó a su fin.

Terminología: “Tercer Reich”

La designación “Tercer Reich” fue acuñada en 1922 por el escritor e intelectual nacionalista völkisch y conservador romántico Arthur Moeller van den Bruck. En su publicación Das Dritte Reich (El Tercer Reich), Moeller vislumbraba el surgimiento de un imperio germano antimarxista y antiliberal en el cual todas las divisiones de clases sociales se reconciliarían en la unidad nacional bajo un carismático “Führer” (líder). El “Tercer Reich” de Moeller se refería a dos imperios germanos anteriores: El imperio franco medieval de Carlomagno y el imperio germano bajo la dinastía prusiana de Hohenzollern (1871-1918).