A medida que las fuerzas aliadas avanzaban hacia Alemania a fines de 1944 y principios de 1945, Bergen-Belsen se convirtió en un campo de acogida de los miles de prisioneros judíos evacuados de los campos cercanos al frente. Miles de estos prisioneros murieron a causa de la superpoblación, las malas condiciones sanitarias y la falta de comida y refugio adecuados. El 15 de abril de 1945, las fuerzas británicas ingresaron en Bergen-Belsen. Hallaron 60.000 prisioneros en el campo, la mayoría en condiciones críticas. Esta secuencia filmada muestra a un camarógrafo aliado que graba las condiciones de los prisioneros y las condiciones inmundas en las que se encontraba Bergen-Belsen luego de la liberación.
La mayoría de las personas parecían estar abatidas, más allá de toda esperanza y asombro. El hambre probablemente los había afectado en ese sentido. Descubrimos que entre esta fetidez de enfermedades y descomposición había algo un poco peor que el hambre. Apenas podían moverse con las piernas raquíticas y estaban demasiado enfermos como para comer. Qué agradecidos estaban de recibir una palabra o un gesto amable. Qué miseria vivir en tal inmundicia impronunciable, con tan poca fuerza que apenas podían sacarse los piojos que, inevitablemente, proliferaban. Parecían estar acostumbrados al hedor y al horror. Habían visto todo lo que había para ver. Era casi imposible acercarse a las cabañas. Eran masas de personas enredadas que habían muerto lenta y dolorosamente de hambre y de enfermedades, mientras se retorcían de agonía, indefensos, en charcos de excremento. Era difícil imaginarse esos huertos ahora, esos campos ricos donde el ganado impasible comía el pasto jugoso. Porque aquí, a pocos minutos, dentro del alambrado de púa, no había nada más que inmundicia y muerte.
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