William Denson se graduó de la Academia Militar estadounidense de West Point en 1934 y asistió a la Facultad de Derecho de Harvard. Regresó a West Point para enseñar Derecho de 1942 a 1945. En enero de 1945, Denson aceptó el cargo de Juez Defensor General (Judge Advocate General, JAG) en Europa y fue destinado al cuartel general del Tercer Ejército de EE. UU. en Alemania. Participó en más de 90 juicios contra alemanes que habían cometido atrocidades contra pilotos estadounidenses derribados. En agosto de 1945, Denson se convirtió en el fiscal en jefe del gobierno de Estados Unidos en el juicio por crímenes de guerra del campo de concentración de Dachau. También se le pidió que actuara como fiscal en jefe en los juicios de otros campos de concentración, como Mauthausen, Flossenbürg y Buchenwald. Estos juicios finalizaron a principios de 1947 y Denson regresó a Estados Unidos.
No creo que haya muchas dudas sobre el hecho para cualquiera que haya estado en contacto con ellas, con las pruebas. Por supuesto, las vieron. Para ellos era un asunto creíble. Pero de la segunda mano en adelante, sí era un asunto increíble. Y el mayor problema que tuve después de que me designaron para llevar estos casos, el mayor problema que tuve fue creer, o conseguir testimonios que pudieran creerse. Debido a su naturaleza. No es que no fuera cierto. Era cierto. Pero los hechos que se describían eran tan horribles, tan sádicos, tan monstruosos, que resultaban increíbles. Es la única manera de describirlo. Y yo era escéptico. En aquel momento, no me lo creí. No empecé a creérmelo hasta que realmente comencé a profundizar también con el concepto y con la autoridad de que iba a enjuiciar el caso del campo de concentración de Dachau. En ese momento, cuando empecé a hablar con los testigos y escuché de acontecimientos que estaban tan fuera de lugar, que eran increíbles. Podría hablarle de un suceso que tal vez lo describa. En todos estos campos había un lugar llamado búnker de arrestos. Y en el búnker de arrestos había unas celdas que se llamaban celdas de pie. En realidad eran instrumentos de tortura, porque eran tan pequeñas y estaban construidas de tal manera que era casi imposible que... casi imposible... era imposible que el prisionero que estaba recluido en una de estas celdas pudiera acostarse ni sentarse. Tenía que permanecer de pie para poder estar dentro de los límites de la celda. Y estos hombres de las SS que estaban a cargo del búnker de arrestos metían ahí a los prisioneros para castigarlos. No recibían comida ni agua, no podían sentarse, acostarse, ni cambiar de posición durante tres a cinco días. Y a veces más tiempo, si es que vivían tanto.
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