Católico por bautismo, Adolf Hitler (1889-1945) nació el 20 de abril de 1889, en la ciudad fronteriza de Braunau am Inn, situada aproximadamente a 65 millas (105 km) al este de Munich y casi a 30 millas (48 km) al norte de Salzburgo en Alta Austria.

Su padre, Alois Hitler (1837-1903), fue un funcionario de aduana de nivel medio. Hijo natural de Maria Anna Schickelgruber, nació en 1837, Alois Schickelgruber cambió su nombre en 1876 por Hitler, el nombre de pila del hombre que se casó con su madre cinco años después de su nacimiento. La ilegitimidad de Alois Hitler daría lugar ya en la década de 1920 -y aún presente en la cultura popular actual- a la especulación de que el abuelo de Hitler era judío. Lo cierto es que nunca se encontró evidencia creíble que avalara la noción de la ascendencia judía de Hitler. Los dos candidatos que es más probable que hayan sido el abuelo de Hitler fueron el hombre que se casó con su abuela y el hermano de ese hombre.

En 1898, la familia Hitler se mudó a Linz, la capital de Alta Austria. Hitler, que quería hacer carrera en las artes visuales, tuvo una amarga pelea con su padre, que quería que ingresara a la administración pública de Habsburgo. Tras la muerte de su padre, Hitler finalmente convenció a su madre, Klara Hitler (Pölzl, de soltera) de que le dejara perseguir su sueño de convertirse en un artista. Mientras ella se moría de cáncer de mama en el otoño de 1907, Hitler realizó el examen de ingreso a la Academia de Artes de Viena, pero no fue aceptado. A comienzos de 1908, unas semanas después de la muerte de Klara en diciembre de 1907, Hitler se mudó a Viena, al parecer con la esperanza de volver a intentar ingresar a la Academia de Artes.

Hitler vivió en Viena entre febrero de 1908 y mayo de 1913. Había crecido en una familia de clase media, con relativamente pocos contactos con gente judía, en una región del estado de Habsburgo en la que muchos nacionalistas alemanes se habían decepcionado por el hecho de que el Imperio Alemán, fundado en 1871, no había incluido a las regiones de habla alemana de la Monarquía de los Habsburgo. Sin embargo, el legado de los años en Viena no es tan claro como Hitler lo describe en su autobiografía política. El empobrecimiento y la vida en albergues para personas desamparadas comenzó solo un año después de su llegada, después de haber despilfarrado una generosa herencia dejada por sus padres, y de haber rechazado todos los argumentos de sus familiares vivos y amigos de la familia para que hiciera carrera en la administración pública.

A fines de 1909, Hitler conoció la verdadera pobreza cuando sus fuentes de ingresos se agotaron. Ese invierno, sin embargo, ayudado brevemente por un último obsequio de su tía, comenzó a pintar con acuarelas escenas de Viena para un socio comercial y consiguió dinero suficiente para subsistir hasta que partió rumbo a Múnich en 1913. Es posible que Hitler haya vivido y compartido el antisemitismo general que era común entre los nacionalistas alemanes de clase media. No obstante, él tenía relaciones personales y comerciales con judíos en Viena y, por momentos, dependió en parte de los judíos para su subsistencia. Esta pudo haber sido una excusa para disimular sus sentimientos reales hacia los judíos. No es sino después de la Primera Guerra Mundial que se puede demostrar que Hitler había adoptado una ideología “antisemita”.

En Viena, Hitler fue verdaderamente influenciado por dos movimientos políticos. El primero fue el nacionalismo racista alemán propagado por el político pangermano de Alta Austria, Georg von Schönerer. La segunda influencia clave fue la de Karl Lüger, alcalde de Viena desde 1897 hasta su muerte en 1910. Lüger, que todavía estaba en el poder cuando Hitler llegó a Viena, promovía un antisemitismo que era más práctico y organizacional que ideológico. No obstante, reforzó los estereotipos antisemitas e hizo ver a los judíos como enemigos de las clases media y baja alemanas. Por último, a diferencia de Schönerer, que siempre se había sentido más cómodo con el nacionalismo elitista de las fraternidades estudiantiles, Lüger se sentía más a gusto con las multitudes de las grandes ciudades y sabía cómo canalizar su protesta en su provecho político. Hitler tomó la ideología en gran parte de Schönerer, pero su estrategia y sus tácticas de Lüger.