La invención de una palabra y el paladín de una causa: la historia de Rafael Lemkin
Rafael Lemkin, un jurista polaco-judío, nació en 1900 en una pequeña granja cerca de Wolkowysk, Polonia. Sus memorias detallan su familiarización de joven con la historia de los ataques otomanos contra los armenios (que la mayoría de académicos cree que constituye el genocidio), pogroms antisemíticos, y otras historias de violencia contra grupos que formaron sus creencias sobre la necesidad de la protección legal de los grupos.
Ya en 1933 estaba trabajando en foros internacionales para introducir medidas de seguridad para grupos étnicos, religiosos y sociales, pero sin éxito. Cuando el ejercito alemán invadió Polonia, se escapó de Europa, eventualmente llegando a los Estados Unidos, donde fué nombrado profesor en la Duke University. Se mudó a Washington, D.C. en el verano de 1942 para trabajar en el departamento de guerra como analista. Luego documentó las atrocidades nazis en su libro de 1944, El régimen del Eje en la Europa ocupada. En este texto, introdujo la palabra “genocidio”.
“Por el término 'genocidio' queremos decir la destrucción de una nación o de un grupo étnico. Esta palabra nueva, inventada por el autor para denotar una práctica antigua en su versión moderna, se compone de la antigua palabra griega genos (raza, tribu) y de la palabra latina cide (matar). … En términos generales, el genocidio no significa necesariamente la destrucción inmediata de una nación, salvo cuando se realiza por el exterminio masivo de todos los miembros de una nación. En cambio, intenta significar un plan coordinado, comprensivo de diversas acciones, con el propósito de destruir los fundamentos esenciales de la vida de grupos nacionales y de aniquilar los grupos en sí. El genocidio se dirige contra el grupo nacional como una entidad, y las acciones del mismo son dirigidas a los individuos, no en su calidad de individuos, pero como miembros de un grupo nacional” (80).
Más tarde trabajó con un equipo de americanos en la preparación de los juicios de Nuremberg, donde logró incluir la palabra “genocidio” en la acusación contra los líderes nazis. Pero el genocidio no era todavía un crimen legal, y el veredicto en Nuremberg no cubría ataques contra grupos durante tiempos de paz, solamente crímenes cometidos como parte de una guerra agresiva. Mientras estaba en Nuremberg, Lemkin también se enteró de la muerte de 49 miembros de su familia, incluyendo sus padres, en campos de concentración, el ghetto de Varsovia, y en las marchas de la muerte.
Volvió de Europa determinado a ver el término “genocidio” incorporado al derecho internacional y empezó a buscar apoyo para esto en las primeras sesiones de las Naciones Unidas. Sus esfuerzos infatigables para ganar el apoyo de las delegaciones nacionales y de los lideres internacionales fueron eventualmente recompensados. El 9 de diciembre de 1948, las Naciones Unidas aprobaron la Convención de las medidas de precaución y castigo del genocidio. Lemkin no se conformó con sólo este documento, y dedicó el resto de su vida a instar a distintas naciones a aprobar legislación apoyando la Convención. Murió en 1959, empobrecido y agotado por sus esfuerzos.