Beatrice Stern Pappenheimer

Un día, mi madre me llevó a un lugar donde había más niños y un camión, y nos subieron al camión. Me despedí de mi madre, sin tener conciencia de que esa sería la última vez que la vería. Nos dijimos adiós y el camión se alejó del campo. Estábamos a plena luz del día. Existía una organización llamada la Sociedad de Ayuda para los Niños que se dedicó a sacar a todos los niños que pudieron fuera de los campos de concentración. Tenían casas en la parte sur de Francia. A mí en particular me trasladaron 14 veces. En esas casas, que eran como castillos, grandes mansiones, solíamos estar unos cien, tal vez ciento cincuenta o doscientos niños, todos en una misma casa. Trataron de enseñarnos francés y también nos dieron nombres franceses. Mis padres me habían puesto el nombre de Beata, y por eso me llamaron Beatrice. No nos daban muchas clases. En realidad, nos ocupábamos más de otras cosas, por ejemplo, cultivábamos vegetales, para poder tener algo que comer. Algunas veces, cuando llegábamos a una de esas casas, ni siquiera tenían suficientes camas o muebles, así que los chicos se ocupaban de hacer muebles y las niñas cultivábamos la tierra para tener alimentos. Nos enseñaban cómo sobrevivir en el bosque. Por ejemplo, qué hierbas o que bayas son comestibles, porque a veces no teníamos suficientes vegetales y teníamos que comer lo que conseguíamos. Constantemente nos estábamos moviendo de un lugar para otro.