Norbert estudió leyes y era trabajador social en Berlín. Trabajaba en el programa Kindertransport (transporte de niños), organizando el envío de niños judíos desde Europa a Gran Bretaña. Sus padres, quienes también vivían en Berlín, fueron deportados en diciembre de 1942. Norbert, su esposa y su hijo fueron deportados a Auschwitz en marzo de 1943. Lo separaron de su esposa y su hijo y lo enviaron a Buna, cerca de Auschwitz III (Monowitz) para realizar trabajos forzados. Norbert sobrevivió al campo de Auschwitz y las fuerzas estadounidenses en Alemania lo liberaron en 1945.
De alguna manera, por razones que son difíciles de explicar, sentimos cierto alivio, porque después de todas esas semanas de espera, sabiendo que tantos trenes y transportes ya habían salido de Berlín, pensábamos que se abría un nuevo capítulo y sinceramente lo esperábamos con optimismo, con la esperanza o la creencia de que nos llevarían a algún tipo de campo de trabajo y que allí tendríamos que trabajar pero también que allí sobreviviríamos mientras esperábamos que terminase la guerra. Estaba con mi esposa y mi hijo. El niño dormía mucho y teníamos dificultades para saber adónde íbamos. Cuando nos dimos cuenta de que nos dirigíamos al este, mi esposa y yo conversamos sobre la vez que viajamos en esa dirección un par de años antes, en nuestra luna de miel, hacia Silesia. Y también ella y otras personas escribieron tarjetas, postales, porque sabíamos por los transportes que habían salido antes de Berlín que la gente había escrito tarjetas y las habían dejado caer fuera del tren. Alguien recogía esas postales afuera y las mandaba, por curioso que pueda parecer. Vuelvo a decir que viajábamos de tan buen humor que hasta comenzamos a cantar. Había una canción del movimiento juvenil, en hebreo, que decía: "Qué agradable es que los amigos se sienten juntos y compartan su amistad." Por lo tanto, yo diría que, en general, el ambiente era de expectativa y, como era viernes por la tarde, cuando oscureció, una de las mujeres de mayor edad recordó que había traído consigo algunas velas. Encendió las velas y dijo las oraciones. De alguna manera nos pareció alentador, aunque ahora parezca absolutamente irracional. Es tan irracional que nadie lo supiera, pero nadie, nadie lo sabía, que 95% de las personas que iban en el tren no vivirían para ver el siguiente atardecer.
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