Saúl se crió en una familia judía religiosa. Había sido adiestrado como sastre. En 1939 fue enviado a realizar trabajos forzados junto con la mayoría de los demás hombres jóvenes de su ciudad. Trabajó en muchos campos diferentes antes de ser deportado en 1944 al sistema de campos de concentración de Mauthausen. Estando allí, un guardia de las SS le fracturó una mano a Saúl. Finalmente, terminó en el hospital del campo de Dachau. Las tropas estadounidenses lo liberaron en mayo de 1945. Después de la guerra, regresó a su ciudad natal y se reunió con su hermana. Vivieron en un campo de refugiados en Austria, donde Saúl conoció a su esposa, Miriam, y se casó con ella. Saúl, su esposa y sus dos hijos se establecieron en Estados Unidos en 1957.
Cavábamos, todo el tiempo, haciendo Shuetzengraben, es decir trincheras. Con nosotros siempre estaba un alemán. Tenía una costumbre muy mala. Tenía la costumbre de escoger a alguno y sacarlo para golpearlo sin motivo alguno. Una vez, yo estuve dentro de esa categoría, estaba trabajando en las trincheras y comenzó a gritarme: "Eh, tú, apestoso, ven aquí". Cuando me acerqué, me empujó contra una pared, en la parte de atrás de una casa, donde habían caído las bombas, que era donde estábamos trabajando. Me colocó contra la pared. Se acercó y me preguntó, me habló con un tono amable, y luego me levantó la barbilla. Cuando me levantó la barbilla, me dijo algo en alemán pero como yo hablaba yiddish, le entendí, me preguntó "¿Dónde está tu Dios?" Levanté la mano derecha, lo recuerdo perfectamente, levanté la mano derecha y apunté al cielo. Tan pronto como levanté la mano para señalar al cielo, me golpeó en el estómago. No me caí, porque estaba contra la pared, y pensé que me desmayaría; entonces volvió a levantarme la barbilla y me preguntó de nuevo, y volví a levantar la mano y le dije: "Ese es mi Dios. Creo en Él." Volvió a golpearme, pero esta vez me golpeó en la nariz. Me fracturó la nariz y se me cayeron tres dientes de adelante; me saqué los dientes de la boca y los tiré frente a él; estaba sangrando mucho; hoy en día tengo esos tres dientes postizos. En ese mismo momento, cuando me saqué los dientes, volvió a preguntarme, y entonces se me ocurrió algo. Como si me lo estuviese indicando el mismo Dios, cuando él volvió a preguntarme "¿Quién es tu Dios?", le respondí: "Tú eres mi Dios." Y le señalé con la misma mano, la mano derecha con la que había señalado arriba a Dios, le señalé a él y le dije: "Tú eres mi Dios". "¿Cómo es que soy tu Dios?", preguntó entonces. Y le respondí: "Cuando no me golpeas, eres mi Dios."
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