En los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, Shanghái fue una ciudad dividida. En 1842, cuando el entonces pequeño puerto se abrió para el comercio occidental, Gran Bretaña, los Estados Unidos, Francia, Italia y Portugal establecieron derechos extraterritoriales en las llamadas concesiones extranjeras de la ciudad: el Establecimiento Internacional, administrado por un consejo municipal de potencias extranjeras, y la Concesión Francesa, encabezada por el cónsul general francés.

Antes de la llegada de los judíos que huían de la persecución nazi y la guerra en Europa, estas concesiones fueron sede de dos importantes grupos judíos. El grupo más antiguo y más pequeño estaba formado por unos 700 judíos sefardíes, cuyos padres y abuelos habían llegado de Irak como comerciantes a mediados del siglo XIX y rápidamente ascendieron en la escala social y económica. La segunda comunidad, que era más grande, estaba formada por miles de judíos que habían huido de Rusia a China como refugiados durante la Revolución de 1917. La mayoría de ellos se ganaba la vida modestamente como propietarios de pequeños comercios.

Después de la guerra chino-japonesa de 1937, grandes sectores de Shanghái cayeron bajo control japonés, incluida la parte del Establecimiento Internacional conocida como Hongkew.

Se calcula que en un principio 17.000 judíos alemanes y austriacos fueron llegando poco a poco a Shanghái cuando comenzó la persecución nazi de los judíos en 1933, y después de la violencia de la Kristallnacht de 1938, llegaron en oleadas. Estos primeros refugiados por lo general inmigraban a Shanghái como familia. Estos miles de refugiados, que fueron despojados de la mayor parte de sus bienes antes de huir del Reich, irrumpieron en Hongkew porque no podían darse el lujo de vivir en ninguna otra parte en las concesiones extranjeras.

Durante la década de 1930, la policía nazi alentó la emigración judía de Alemania, y los pasajes en barco permitían que las personas obtuvieran la libertad, aun de los campos de concentración. Al principio, Shanghái parecía un refugio poco probable, pero cuando se hizo evidente que la mayoría de los países del mundo estaban limitando o negando el ingreso a los judíos, se convirtió en la única opción disponible. Hasta agosto de 1939, no se requerían visas para entrar a Shanghái. Ernest Heppner, que había huido de Breslavia con su madre en 1939, recordó que “lo principal era salir de Alemania, y con tal de lograrlo, realmente en ese momento a la gente no le importaba adónde iba” (Ernest Heppner, Historia Oral del museo USHMM, 1999).

Llegar a Shanghái era una conmoción, especialmente para los que acaban de bajarse de un buque europeo en el que camareras uniformadas les habían servido el desayuno y ahora debían hacer una fila para recibir su almuerzo en un comedor de beneficencia. Una vez que los refugiados se establecían, encontrar trabajo era todo un desafío, y muchos tuvieron que depender de al menos un poco de ayuda caritativa.

No obstante, la mayoría de los judíos alemanes y austriacos se las arreglaron bien. A pesar de los golpes que recibió la economía de Shanghái como consecuencia del conflicto chino-japonés, algunos de ellos se adaptaron bien, y aprovecharon las oportunidades que la ciudad les ofrecía. La familia Eisfelder, que llegó a fines de 1938, abrió y puso en marcha el Café Louis, un popular lugar de reunión para refugiados durante todos los años de la guerra. Otros establecieron pequeñas fábricas o industrias artesanales, ejercieron como médicos o maestros, o trabajaron como arquitectos o albañiles para transformar secciones del bombardeado Hongkew. En 1940, una zona que rodeaba la calle Chusan era conocida como “Pequeña Viena”, debido a sus cafeterías, fiambrerías, clubes nocturnos, tiendas y panaderías de estilo europeo.

Cuando los refugiados que vivían en Shanghái ascendieron repentinamente de unos 1.500 a fines de 1938 a cerca de 17.000 un año más tarde, los judíos locales se sintieron abrumados y presionados para buscar los recursos necesarios para ayudar a las familias humildes. El Comité para la Asistencia de Refugiados Judíos Europeos en Shanghái, formado en 1938 por judíos locales destacados, recurrió al Comité para la Distribución Conjunta de Nueva York para recibir fondos adicionales. La asignación de este último comité aumentó de $5.000 en 1938 a $100.000 en 1939. Incluso esto apenas alcanzó para cubrir las crecientes demandas. A fines de 1939, más de la mitad de los refugiados necesitaban ayuda financiera para los alimentos o la vivienda.

El Comité para la Asistencia estableció cinco refugios grupales para una minoría de judíos alemanes y austriacos totalmente empobrecidos. Estos refugios se llamaron Heime (“hogares” en alemán). El Heim de la calle Ward que abrió en enero de 1939 se hizo rápidamente en un ex cuartel y se acondicionó con camas cuchetas estrechas y duras, debajo de las cuales los residentes guardaban las pocas pertenencias que tenían. A fines de 1939, vivían unas 2.500 personas en los Heime. Dormían en cualquier parte, entre seis y 150 en una habitación. Otras 4.500 personas comían en comedores de beneficencia establecidos en el Heime, pero vivían en otras partes, en habitaciones alquiladas. Muchos de ellos recibían ayuda para pagar en forma total o parcial los costos de sus viviendas.