Comenzando en el siglo XVIII con Gran Bretaña y culminando con la Revolución Bolchevique en Rusia y el colapso del Imperio Otomano en los Balcanes, las naciones europeas establecieron en constituciones el principio de igualdad bajo la ley y destituyeron todas las restricciones sobre la residencia y las actividades ocupacionales de los judíos y otras minorías nacionales y religiosas. Al mismo tiempo, las sociedades de Europa sufrieron un rápido cambio económico y desarticulación social. La emancipación de los judíos les permitió vivir y trabajar entre personas que no eran judías, pero los expuso a una nueva forma de antisemitismo político. Era laico, social e influenciado por consideraciones económicas, aunque a menudo reforzó y fue reforzado por estereotipos religiosos tradicionales.

La emancipación de los judíos les permitió ser propietarios de tierra, ingresar en la administración pública y desempeñarse como oficiales en las fuerzas armadas nacionales. Creó la impresión para algunas otras personas -- particularmente aquellas que se sentían olvidadas, traumatizadas por el cambio o incapaces de lograr satisfacción ocupacional y seguridad económica de acuerdo con sus expectativas -- que los judíos estaban desplazando a quienes no eran judíos de las profesiones tradicionalmente reservadas para los cristianos. También creó la impresión para algunos que al mismo tiempo, los judíos tenían una representación excesiva en profesiones orientadas al futuro de fines del siglo XIX: finanzas, banca, comercio, industria, medicina, ley, periodismo, arte, música, literatura y teatro.

El colapso de las restricciones sobre el activismo político y la ampliación del derecho de voto sobre la base de la ciudadanía, no la religión, alentó una mayor participación política de los judíos. Si bien participaban activamente en todo el espectro político, los judíos eran más visibles (debido a mayores oportunidades) entre los partidos políticos liberales, radicales y marxistas (social demócrata).

La introducción de la educación obligatoria y la ampliación del derecho de voto hacia el sufragio universal engendraron el desarrollo de partidos políticos antisemitas y permitieron a los partidos existentes hacer uso de una retórica antisemita para obtener votos. Las publicaciones como los Protocolos de los Sabios de Sión, que apareció por primera vez en 1905 en Rusia, generaron o respaldaron teorías de una conspiración judía internacional.

A medida que el credo religioso se subsumió en la cultura política europea a través de la identidad nacional y el sentimiento nacionalista, una nueva serie de estereotipos que reforzaban y eran reforzados por antiguos prejuicios, avivaron la política antisemita: 1) al disfrutar los beneficios de la ciudadanía, los judíos eran no obstante secretamente desleales, su "conversión" sólo tenía como fin obtener beneficios materiales; 2) los judíos desplazaban a los no judíos en actividades y profesiones tradicionalmente "nobles" (posesión de tierras, el cuerpo del ejército, la administración pública, la profesión de maestro, las universidades), mientras que en forma "exclusivista" impedían el ingreso de no judíos a las profesiones que controlaban y que representaban la prosperidad futura de la nación (por ejemplo, la industria, el comercio, las finanzas y la industria del entretenimiento); 3) los judíos hacían uso de su desmedido control sobre los medios para engañar a la "nación" acerca de sus verdaderos intereses y bienestar social; y 4) los judíos habían asumido la dirigencia del movimiento social democrático, y posteriormente, el movimiento comunista a fin de aniquilar los valores de la clase media de la nación, la religión y la propiedad privada.

Que estos prejuicios guardaran poca relación con las realidades políticas, sociales y económicas de cualquier país europeo no importaba a aquellos que se veían atraídos a su expresión política.