La persecución nazi de los prisioneros de guerra soviéticos
El 22 de junio de 1941 Alemania invadió la Unión Soviética con tres millones de soldados alemanes, reforzados por tropas finlandesas, rumanas, húngaras, italianas, eslovacas, y croatas. En unas pocas semanas, las divisiones alemanas conquistaron las republicas de Letonia, Lituania, y Estonia. En septiembre los alemanes sitiaron Sebastopol y Leningrado, y hacia fines de octubre cayeron las ciudades de Minsk, Smolensk, Kiev, Odessa y Kharkov. Millones de soldados soviéticos fueron rodeados, aislados de provisiones y refuerzos, y forzados a capitular.
Para la Alemania nazi este ataque no era una operación militar cualquiera. La guerra contra la Unión Soviética era una guerra de aniquilación entre el fascismo alemán y el comunismo soviético; una guerra racial entre los “arios” alemanes y los “infrahumanos” judíos y eslavos. Desde el principio esta guerra de aniquilación contra la Unión Soviética preveía asesinar los prisioneros de guerra en gran escala. Las autoridades alemanas veían a los prisioneros soviéticos como una amenaza particular, y los consideraban no solamente infrahumanos eslavos sino también como parte del “peligro comunista,” que estaba conectado, en la mente de los alemanes, a una conspiración judía.
El tratamiento brutal dado a los prisioneros de guerra soviéticos violaba todas las normas de la guerra. Según algunas fuentes, alrededor de 5,7 millones de soldados soviéticos cayeron en manos alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Según el comando del ejército alemán, en enero de 1945 sólo alrededor de 930.000 prisioneros de guerra soviéticos quedaban en manos alemanas. El ejército alemán utilizó alrededor de un millón de prisioneros de guerra soviéticos como auxiliares del ejército alemán y de las SS. Aproximadamente medio millón de prisioneros de guerra soviéticos habían escapado de la custodia alemana o habían sido liberados por el ejército soviético mientras éste avanzaba hacia Alemania por la Europa oriental. Al fin de la guerra, los restantes 3,3 millones, o aproximadamente 57 por ciento de los prisioneros, estaban muertos. Después de los judíos, los prisioneros de guerra soviéticos fueron el grupo más grande de victimas de la política racial nazi.
Este número de victimas no fué ni un accidente ni un resultado automático de la guerra. Fué la política premeditada del estado nazi. El tratamiento dado por los alemanes a los prisioneros de guerra soviéticos fué dramáticamente diferente del dado a los prisioneros de guerra de Gran Bretaña y los Estados Unidos, países que los nazis veían como racialmente iguales. De los 231.000 prisioneros británicos y estadounidenses encarcelados por los alemanes durante la guerra, solamente 8.300 -- 3,6 por ciento -- murieron en manos de los alemanes.