El 9 de diciembre de 1946, un tribunal militar estadounidense inició procesos penales en contra de 23 prominentes médicos y administradores alemanes por su participación voluntaria en crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

Durante el juicio a los médicos, el general de brigada Telford Taylor fue el fiscal jefe. En su discurso de apertura por la fiscalía, Taylor dijo: “Los imputados en este caso están acusados de asesinatos, torturas y otras atrocidades cometidos en nombre de las ciencias médicas. La cantidad de víctimas de estos crímenes asciende a cientos de miles. Solo unos pocos siguen con vida. Algunos de los sobrevivientes comparecerán en esta sala de tribunal. Pero la mayoría de estas pobres víctimas fueron masacradas directamente o murieron mientras se las torturaba. En su mayoría, son muertos anónimos. Para sus asesinos, estas desdichadas personas no eran individuos en absoluto. Llegaban en grandes cantidades y eran tratados peor que animales”.

En la Alemania nazi, los médicos alemanes planearon y llevaron a cabo el programa de “eutanasia”, la matanza sistemática de aquellos a quienes consideraban “no merecedores de la vida”. Las víctimas incluían a los enfermos mentales institucionalizados y a los discapacitados físicos. Además, durante la Segunda Guerra Mundial, los médicos alemanes realizaron experimentos médicos pseudocientíficos utilizando miles de prisioneros de los campos de concentración sin su consentimiento. Como resultado, la mayoría de ellos murieron o quedaron discapacitados en forma permanente. Las víctimas más frecuentes de los experimentos eran judíos, polacos, rusos y romaníes (gitanos).

Después de casi 140 días de procedimientos, que incluyeron el testimonio de 85 testigos y la presentación de 1.500 documentos, los jueces estadounidenses pronunciaron su veredicto el 20 de agosto de 1947. Dieciséis de los médicos fueron declarados culpables. Siete fueron sentenciados a muerte. Fueron ejecutados el 2 de junio de 1948.