Primera Guerra Mundial (versión abreviada)

La Primera Guerra Mundial marcó el primer gran conflicto internacional del siglo XX. El asesinato del archiduque Francisco Fernando dio inicio a las hostilidades, que comenzaron en agosto de 1914 y continuaron en varios frentes durante los cuatro años siguientes. Durante la Primera Guerra Mundial, las Potencias de la Entente —Gran Bretaña, Francia, Serbia y la Rusia Imperial (a las que más tarde se unieron Italia, Grecia, Portugal, Rumania y Estados Unidos)— lucharon contra las Potencias Centrales —Alemania y Austria-Hungría (a las que más tarde se incorporaron la Turquía Otomana y Bulgaria). El entusiasmo inicial se desvaneció cuando la guerra se empantanó en un punto muerto de costosas batallas y guerra de trincheras. El sistema de trincheras y fortificaciones en el frente occidental se extendió en total unas 475 millas (764 km). La vasta extensión del frente oriental impedía una guerra de trincheras a gran escala, pero la escala del conflicto era equivalente a la del frente occidental. También hubo intensos combates en el norte de Italia, en los Balcanes y en la Turquía otomana. Los combates tuvieron lugar en el mar y, por primera vez, en el aire.

La Primera Guerra Mundial representó una de las guerras más destructivas de la historia moderna. Murieron casi diez millones de soldados, cifra que supera ampliamente la suma de las muertes de militares de todas las guerras de los cien años anteriores. Se calcula que 21 millones de hombres fueron heridos en combate. Las enormes pérdidas fueron, en parte, el resultado de la introducción de nuevas armas, como la ametralladora y el gas. El 1 de julio de 1916, la fecha en que se produjo la mayor pérdida de vidas en un solo día, en Somme solamente el ejército británico sufrió más de 57 mil bajas. Alemania y Rusia registraron la mayor cantidad de muertes de militares: alrededor de 1.773.700 y 1.700.000, respectivamente. Francia perdió el 16 % de sus fuerzas movilizadas. Los académicos calculan que 13 millones de no combatientes murieron como consecuencia directa o indirecta de las hostilidades. La mortalidad llegó al punto máximo al final de la guerra con el brote de la “gripe española”, la más mortífera epidemia de influenza de toda la historia. Millones de personas fueron desarraigadas o desplazadas de sus hogares. Las pérdidas industriales y de propiedades fueron catastróficas, especialmente en Francia y Bélgica, donde los enfrentamientos habían sido más intensos.

A las 11 de la mañana del 11 de noviembre de 1918 cesaron los combates en el frente occidental. La “Gran Guerra”, como la llamaron sus contemporáneos, había llegado a su fin, pero la enorme repercusión del conflicto en las esferas política, económica, social e internacional resonaría durante las décadas siguientes.

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