Ivo se crió en una familia judía de clase media en Zagreb. Había percibido muy poco antisemitismo abierto hasta que los alemanes y sus aliados invadieron Yugoslavia en abril de 1941 y establecieron el gobierno fascista de los Ustasha en Croacia. El régimen de los Ustasha comenzó a asesinar a judíos, serbios y romaníes (gitanos). La familia de Ivo escapó a la zona ocupada por Italia, donde los italianos trataban de proteger a los refugiados judíos. Ivo vivió en campos de reclusión italianos, entre ellos el campo de la isla Rab, antes de trasladarse al territorio continental italiano en 1944. Durante un tiempo, trabajó para el Comité para la Distribución Conjunta; luego emigró a Estados Unidos.
En noviembre de 1942, los italianos nos arrestaron a todos, nos subieron a camiones y nos llevaron a este campo, en territorio yugoslavo croata, pero bajo bandera italiana. No lo sabíamos entonces, creímos que era tan sólo una etapa antes de que nos entregaran a los croatas. Y lamentablemente hubo dos personas que se suicidaron; teníamos la moral muy baja. El comandante italiano del Segundo Ejército, un oficial de muy alto rango, vino personalmente al campo y nos dio un discurso en el que nos aseguraba que nos darían protección mientras la bandera italiana ondeara en el campo y que nadie podría tocarnos. Nos dijeron que éramos libres de organizarnos en el campo, cosa que hicimos. Nos dieron la posibilidad de tener una escuela, básica y secundaria, una sinagoga, una sala para reuniones sociales. Los servicios médicos en el campo eran básicos, pero todos los casos graves, y fueron muchos, se atendían fuera del campo, en hospitales militares italianos. Así que, aunque el campo era base militar de caballería ex yugoslava - en realidad estábamos viviendo en establos - las condiciones eran duras pero tolerables. No estábamos bajo ninguna amenaza física, y el hambre no era extrema, aunque las raciones eran bastante pequeñas. Sin embargo, teníamos la oportunidad de comprar más comida. Había personas con recursos a las que les permitían aportar dinero y entonces alguien viajaba a Italia a comprar comida. Las organizaciones judías italianas nos ayudaron, porque se les permitió funcionar bajo el régimen de Mussolini. De modo que, aunque no teníamos una nutrición ideal, ninguno de nosotros realmente sufrió de inanición.
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