Ben Ferencz y la lucha por una justicia internacional
Benjamin B. Ferencz ha dedicado su vida a crear un sistema internacional de justicia que proteja el derecho de todos a vivir en paz y con dignidad. Como investigador de delitos de guerra y fiscal de Nuremberg, fue testigo de las terribles consecuencias de los delitos cometidos por los nazis. Se convenció de que el mundo solo puede evitar este tipo de atrocidades al prohibir y castigar sistemáticamente la guerra agresiva y los actos como el genocidio, los delitos contra la humanidad y los delitos de guerra.
Hechos clave
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Ben Ferencz investigó y procesó los delitos cometidos por los nazis. En 1947, procesó con éxito a 22 oficiales de las Einsatzgruppen en Nuremberg, en lo que la Associated Press calificó como “el juicio por asesinato más importante de la historia”.
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Una vez finalizados los juicios de Nuremberg, Ferencz luchó por la indemnización de las víctimas y los sobrevivientes del Holocausto, la devolución de los bienes robados y otras formas de indemnización para quienes habían sufrido a manos de los nazis.
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Desde la década de 1970, Ferencz ha trabajado incansablemente para promover el desarrollo de mecanismos internacionales para proscribir y castigar la guerra de agresión y los delitos de genocidio, los delitos contra la humanidad y los delitos de guerra. Sus esfuerzos contribuyeron al establecimiento del Tribunal Penal Internacional y al reconocimiento de la agresión como un delito internacional.
Nuremberg me enseñó que la creación de un mundo de tolerancia y compasión sería una larga y ardua tarea. También aprendí que, si no nos dedicábamos a desarrollar leyes mundiales eficaces, la misma mentalidad cruel que hizo posible el Holocausto podría algún día destruir a toda la humanidad.
—Benjamin B. Ferencz
Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos trataron de llevar a 185 líderes alemanes ante un tribunal militar especial en Nuremberg. Benjamin B. Ferencz fungió como investigador y fiscal en ese proceso. Sus experiencias en ambas funciones lo inspiraron a abogar por un sistema internacional de justicia que ayudara a impedir que se repitieran las guerras mundiales y los delitos como el genocidio.
Ferencz nació en 1920, en los Montes Cárpatos de Transilvania. Su familia se trasladó a la ciudad de Nueva York cuando él tenía diez meses de edad. Vivían en Hell’s Kitchen, un barrio empobrecido. Ferencz obtuvo una beca para la Facultad de Derecho de Harvard y se graduó en 1943. Después de obtener su título, se unió a un batallón de artillería antiaérea en el Tercer Ejército del general George S. Patton, que invadió y luchó en Europa.
Al descubrirse las atrocidades de los nazis al final de la guerra, el ejército de los EE. UU. creó una sección de delitos de guerra para reunir pruebas de esos delitos. Ferencz fue asignado a uno de los grupos de investigación, y acompañó a las tropas del ejército estadounidense mientras liberaban campos de concentración como Mauthausen y Buchenwald, con el fin de confiscar documentos y registrar las pruebas de los delitos cometidos ahí.
“El juicio por asesinato más importante de la historia”
Después de ser dado de baja del ejército estadounidense a finales de 1945, Ferencz regresó a Europa para ayudar en el procesamiento de los líderes alemanes por parte de los EE.UU. durante los subsiguientes procesos de Nuremberg. Estuvo a cargo de un grupo de unos 50 investigadores que buscaron archivos alemanes y los analizaron en busca de pruebas para utilizarlas en los juicios. El grupo descubrió una colección de informes que tabulaban el asesinato de cientos de miles de civiles, en su mayoría judíos, a manos de las unidades móviles de la policía de seguridad alemana y del SD, conocidas como Einsatzgruppen. Cuando Ferencz instó al abogado principal Telford Taylor a que llevara a juicio a los líderes de las Einsatzgruppen, Taylor aceptó y asignó a Ferencz para que procesara el caso. Ferencz solo tenía 27 años y nunca había llevado un caso a juicio.
Utilizando solamente documentos alemanes de guerra y sus propios testimonios, Ferencz procesó a 22 oficiales de las SS que habían servido en las Einsatzgruppen, acusándolos de delitos de guerra y delitos contra la humanidad por su participación en el asesinato de más de un millón de víctimas. La magnitud de los asesinatos llevó a la prensa a apodar el caso como “el juicio por asesinato más importante de la historia”. En su declaración inicial, Ferencz dijo:
La venganza no es nuestro objetivo, ni buscamos simplemente una justa retribución. Le pedimos a este tribunal que afirme, mediante una acción penal internacional, el derecho del hombre a vivir en paz y con dignidad, independientemente de su raza o credo. El caso que presentamos es una súplica de la humanidad a la ley.
El tribunal declaró culpables a 20 acusados de haber cometido delitos de guerra y delitos contra la humanidad, y a los otros dos de cargos menores. Catorce acusados fueron condenados a muerte, más que en ningún otro de los procesos de Nuremberg.
La lucha por la justicia en la postguerra
En 1948, Ferencz se convirtió en director de la Organización para la Restitución de los Sucesores Judíos. Esta organización tenía el objetivo de ayudar a los sobrevivientes del Holocausto al recuperar las propiedades que la Alemania nazi les robó a sus víctimas. En la década de 1950, ayudó a negociar el acuerdo de Alemania Occidental para indemnizar a las víctimas de los nazis. También ayudó a los sobrevivientes judíos a presentar sus reclamaciones.
Después de regresar a los Estados Unidos en 1956, Ferencz se incorporó al bufete privado de Telford Taylor. En 1970, decidió dedicar su tiempo a la promoción de un sistema internacional de justicia penal que, en su opinión, es esencial para la paz mundial. “Ley, no guerra”, se convirtió en su lema.
A través de numerosos libros y artículos, e incansables iniciativas de cabildeo ante los funcionarios de la ONU y la comunidad jurídica internacional, impulsó la creación de un código penal internacional y un tribunal permanente para juzgar los delitos internacionales. Alcanzó el éxito de ambas iniciativas en 1998, cuando los estados miembros de la ONU aprobaron el Estatuto de Roma sobre el Tribunal Penal Internacional. Este estatuto estableció el Tribunal Penal Internacional y definió los delitos que estarían dentro de su jurisdicción, específicamente el genocidio, los delitos contra la humanidad y los delitos de guerra. En 2018 Ferencz logró su objetivo de proscribir la guerra, ya que el delito de agresión pasó a ser jurisdicción del Tribunal Penal Internacional.
Este tribunal comenzó a funcionar en 2002. En su primer juicio, los fiscales invitaron a Ferencz a dar la declaración de cierre. “Lo que hace que este Tribunal sea tan distintivo”, dijo Ferencz, “es su objetivo principal de disuadir los delitos antes de que se cometan, al hacer saber a los infractores por adelantado que serán llamados a rendir cuentas ante un Tribunal Penal Internacional imparcial. La ley ya no puede permanecer en silencio, sino que debe escucharse y aplicarse para proteger los derechos fundamentales de las personas en todas partes”.
Ferencz y el Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, USHMM
Ferencz sigue procurando que se haga justicia a las víctimas de atrocidades. En 2017, se asoció con el Centro Simon-Skjodt para la Prevención del Genocidio del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, con el fin de establecer la Iniciativa Ferencz de Justicia Internacional. Esta iniciativa ayuda a las víctimas de genocidios, delitos contra la humanidad y delitos de guerra en su búsqueda de justicia y responsabilidad.