Charles E. Coughlin (1891-1979) fue un sacerdote católico estadounidense y una popular figura de radio en la década de 1930. Coughlin ejerció su ministerio en la capilla de Little Flower en Royal Oak, Michigan, de 1926 a 1966, cuando se jubiló.

Durante el primer año de la gestión del presidente demócrata Franklin D. Roosevelt, Coughlin lo respaldó, pero se apartó de él al poco tiempo. A lo largo de la década de 1930, Coughlin usó su popular programa semanal de radio, con un promedio de 3,5 millones de oyentes por semana, y su revista Justicia Social, para difundir sus ideas y atacar a sus enemigos. A partir de 1934, el blanco de Coughlin se centró en Roosevelt, individuos judíos líderes e instituciones judías, todos tildados de comunistas.

Coughlin, populista de derecha, abogaba por una forma de corporativismo influenciado por el fascismo italiano. En 1934, organizó la Unión Nacional de Justicia Social, a través de la cual afirmaba que ni el capitalismo ni la democracia tenían futuro en los Estados Unidos. En 1938, la Unión Nacional se transformó en el Frente Cristiano, que apoyaba al fascismo aún más intensamente y que se convirtió en portavoz de la propaganda nazi. Posteriormente, cuando la guerra llegó a Europa, Coughlin respaldó el aislacionismo y acusó a los financistas judíos de estar secretamente intentando involucrar a los Estados Unidos en la guerra.

Coughlin creía en la existencia de una conspiración judía internacional secreta. En 1938, su revista Justicia Social publicó en entregas los desacreditados Protocolos de los sabios de Sión, que Coughlin consideraba verídicos. Estos textos apócrifos de la Rusia zarista supuestamente eran el acta de una reunión de líderes judíos que conspiraban para dominar el mundo.

Coughlin habló en repetidas ocasiones de la “amenaza judeo-bolchevique”, afirmando que todos los líderes soviéticos, incluidos Lenin y Joseph Stalin, eran judíos. También acusó a los financistas judíos estadounidenses, principalmente la empresa Kuhn-Loeb de Wall Street, de colaborar con los bolcheviques en sus esfuerzos por desarraigar el cristianismo en Rusia. Si bien Coughlin proclamó públicamente que no era antisemita, sostenía que los males de la sociedad moderna eran causados por una conspiración judía y comunista.

Durante la década de 1930, los esfuerzos judíos para obligar a Coughlin a moderar su retórica antijudía o sacarlo de la radio fracasaron debido a su popularidad y al apoyo que recibió del obispo de Detroit. Coughlin siguió presentando argumentos en contra de la participación estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, incluso después del ataque de los japoneses a Pearl Harbor. Estos argumentos lo llevaron a la ruina. Cuando surgió la posibilidad de un juicio por sedición, el obispo de Detroit ordenó a Coughlin que pusiera fin a sus transmisiones y dejara la política.

En la cúspide de su popularidad, Coughlin recibió más correspondencia que el presidente Roosevelt. De hecho, una encuesta realizada a la opinión pública en 1938 demostró que el 25 por ciento de los encuestados apoyaban todas o la mayoría de las ideas del sacerdote. Coughlin fue el activista de derecha estadounidense más visible durante la década de 1930 y su antisemitismo fue una profunda preocupación para el judaísmo de su país.