El comienzo del conflicto

La Guerra Civil Española comenzó el 17 de julio de 1936, cuando los generales Emilio Mola y Francisco Franco iniciaron una sublevación para derrocar a la República elegida democráticamente. Los esfuerzos iniciales de los rebeldes Nacionalistas por instigar revueltas militares en toda España solo se lograron parcialmente. En áreas rurales con una fuerte presencia política derechista, los confederados de Franco generalmente ganaron. Ellos asumieron rápidamente el poder político e instituyeron la ley marcial. En otras áreas, particularmente en ciudades con sólidas tradiciones políticas izquierdistas, las revueltas se toparon con una fuerte oposición y a menudo fueron mitigadas. Algunos oficiales españoles siguieron leales a la República y se negaron a unirse a la sublevación.

Ayuda externa y no intervención

Dentro los primeros días de la sublevación, la República y los Nacionalistas pidieron ayuda militar extranjera. Inicialmente, Francia se comprometió a apoyar la República española, pero pronto se retractó de su oferta para perseguir una política oficial de no intervención en la guerra civil. Gran Bretaña rechazó inmediatamente el llamado de ayuda de la República.

Enfrentando una posible derrota, Franco pidió ayuda a la Alemania nazi y a la Italia fascista. Gracias a su apoyo militar, Franco pudo transportar por aire a las tropas de Marruecos español a tierra firme para continuar su ataque a Madrid. Durante los tres años que duró el conflicto, Hitler y Mussolini proporcionaron apoyo militar crucial al Ejército Nacionalista Español.

Aproximadamente 5,000 efectivos de la fuerza aérea alemana sirvieron en la Legión Cóndor, que proporcionó apoyo aéreo para los ataques coordinados a tierra contra posiciones Republicanas y llevó a cabo bombardeos aéreos en las ciudades republicanas. El más infame de estos ataques fue el 26 de abril de 1937, cuando aviones alemanes e italianos arrasaron la ciudad vasca Guernica en un ataque que duró tres horas y que mató a más de 200 civiles. La Italia fascista suministró 75,000 tropas además de sus pilotos y aviones. España se convirtió en un laboratorio militar para probar el armamento más nuevo en condiciones de batalla.

El conflicto español generó rápidamente un terror mundial de que podría explotar una guerra por toda Europa. En agosto de 1936, más de dos docenas de naciones, incluyendo Francia, Gran Bretaña, Italia, la Alemania nazi y la Unión Soviética, firmaron un Acuerdo de no intervención en España. Los últimos tres signatarios violaron abiertamente el acuerdo. Italia y Alemania siguieron aprovisionando a las fuerzas de Franco, mientras la Unión Soviética proporcionó asesores militares, tanques, aviones y otros pertrechos de guerra a la República. Algunos eruditos argumentan que el Acuerdo de no intervención benefició a Franco, que compraba armamento a crédito a sus aliados mientras la República tenía que pagar moneda fuerte a los traficantes de armas para obtener, con frecuencia, armas anticuadas y buscar maneras de transportarlas al país embargado.

En Estados Unidos, la administración de Roosevelt decidió no intervenir oficialmente en el conflicto, aunque el Presidente intentó proporcionar clandestinamente alguna ayuda a la República sitiada después de 1937. La Guerra Civil Española dividió la opinión pública americana entre quienes apoyaban a la República y quienes condenaban a las fuerzas de la República por atacar a la Iglesia Católica. El aislacionismo también demostró ser una motivación efectiva de no intervención. Los temores de guerra y los conflictos extranjeros ayudaron a dar forma a la política estadounidense en la década de 1930.

Para muchos liberales e izquierdistas en todo el mundo, la Guerra Civil Española representaba un ensayo con vestuario de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto sin resolver entre las fuerzas de la democracia y el fascismo. A mediados de los 1930, el fascismo y el autoritarismo parecían estar aumentando en Europa. En 1936, cuando Franco inició su rebelión, los regímenes derechistas tenían el poder en Alemania, Italia, Hungría, Rumania, Polonia, Portugal, Finlandia, Austria y Grecia. Había partidos políticos abiertamente pro fascistas y pro nazis en muchos otros países, incluso Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Entre 35,000 y 40,000 voluntarios de más de 50 países se apresuraron a unirse a las Brigadas Internacionales para defender a la República. Un número menor de reclutas extranjeros se unió a las fuerzas de Franco.

Violencia masiva

La Guerra Civil Española provocó violencia política masiva de ambos lados, en el campo de batalla y en las calles de la ciudad. Los nacionalistas incluyeron monarquistas ultra reaccionarios (carlistas), fascistas (falangistas), así como conservadores tradicionales, que consideraban a los partidarios de la República "ateos bolcheviques" (comunistas) que debían ser erradicados con el fin de crear una nueva España. El ejército franquista también incluyó tropas árabes de Marruecos. Los rebeldes describían la lucha como una "cruzada", "guerra santa", contra una conspiración "judeo-masónica-bolchevique". La propaganda antisemita, incluyendo la célebre obra de ficción, los Protocolos de los Sabios de Sión, circulaba en todo el territorio retenido por los Nacionalistas. Los Nacionalistas también intentaron combatir el nacionalismo vasco y catalán, considerados una amenaza a la unidad nacional.

Las fuerzas republicanas (lealistas) también incluían un amplio espectro de posiciones políticas desde demócratas moderados, liberales y socialistas hasta izquierdistas más radicales, como comunistas (tanto estalinistas como trotskistas) y anarquistas. En ocasiones, esta coalición degeneró en violencia mutuamente destructiva.

La Guerra Civil demostró ser un caldo de cultivo para cometer atrocidades en masa, llevadas a cabo por beligerantes ansiosos por erradicar a sus oponentes ideológicos. Aproximadamente 500,000 personas perdieron la vida en este conflicto. De ellos, aproximadamente 200,000 murieron como resultado de asesinatos sistemáticos, violencia de las turbas, tortura u otras brutalidades. Los anarquistas y otros radicales con frecuencia ventilaban su ira contra el clero católico, a quien consideraban un obstáculo para las reformas importantes. Casi 7,000 sacerdotes, frailes y monjas fueron asesinados, principalmente durante los primeros meses de la revuelta. Para mayo de 1937, la mayoría de los asesinatos en masa de sacerdotes, perpetrados por izquierdistas radicales, había disminuido. Las fuerzas franquistas también asesinaron a integrantes del clero de pensamiento liberal o lealistas.

Los Nacionalistas libraron una guerra brutal contra los partidarios de la República. Las mujeres de la República fueron violadas o humilladas públicamente al afeitarles las cabezas. Para 1940, más de 500,000 personas fueron reunidas y enviadas a casi 60 campos de concentración. Grandes números de prisioneros fueron reclutados para realizar trabajos forzados o para combatir en el ejército de Franco o fueron juzgados por tribunales militares.

Durante la guerra, 100,000 personas fueron ejecutadas por los Nacionalistas; después de que la guerra terminó en la primavera de 1939, otras 50,000 fueron asesinadas. La Ley marcial siguió vigente en la España franquista hasta 1948 y los exrepublicanos fueron sometidos a diversas formas de discriminación y castigo.

El desplazamiento interno y los refugiados españoles

La guerra y la persecución dieron como resultado varios millones de españoles desplazados. Muchos huyeron de las áreas de violencia para buscar refugio en otros lugares. Solo algunos países, como México y la República Dominicana abrieron sus puertas a los refugiados españoles. Cuando la Guerra Civil terminó en 1939 con la victoria de Franco, aproximadamente 500,000 Republicanos españoles escaparon a Francia, donde muchos fueron colocados en campos de prisioneros en el sur, como Gurs, St. Cyprien y Les Milles. Después de la derrota alemana de Francia en la primavera de 1940, las autoridades nazis reclutaron a los Republicanos españoles para realizar trabajos forzados y deportaron a más de 30,000 a Alemania, donde aproximadamente la mitad de ellos terminó en campos de concentración. Aproximadamente 7,000 de ellos fueron encarcelados en Mauthausen; más de la mitad de ellos murió en el campo.