Heinz, como generalmente lo llamaban, nació en Berlín, la capital de Alemania, en un hogar de padres judíos religiosos. Él y Kurt, su hermano mayor, asistieron a escuelas religiosas y públicas. Su padre había muerto cuando él era muy pequeño. Su madre era costurera y luchaba para que el dinero le alcanzara. Ella y los muchachos vivían en un vecindario con mayoría de cristianos.
1933-39: Me asusté cuando las tropas de asalto nazi entonaron canciones sobre sangre judía que chorreaba de sus cuchillos. Pero no teníamos dinero para irnos de Berlín. A fines de 1939 me obligaron, junto con otros judíos, a trabajar para empresas constructoras alemanas. Muchos éramos profesionales y empresarios no acostumbrados al trabajo manual. Excavábamos la tierra y trasladábamos rocas a mano. Los transeúntes nos sonreían burlonamente y los maestros traían a sus alumnos para mostrarles cómo eran los judíos.
1940-44: En marzo de 1943, mamá, Kurt y yo fuimos deportados a Theresienstadt, donde pronto nos infestamos con piojos, pulgas y chinches. La comida llegó a ser un pensamiento obsesivo. Nos servían sopa de un barril enorme unos hombres holgazanes que no se molestaban en revolverlo, por lo cual los buenos trozos de comida quedaban en el fondo. Tenía que calcular bien el tiempo. Si estaba al frente de la fila, recibía las partes más aguadas. Si estaba muy atrás, podía recibir nada o sopa aguada de la parte superior de un nuevo barril.
Heinz fue finalmente liberado cerca de Flossenbuerg en abril de 1945 y emigró a los Estados Unidos en 1949. Kurt sobrevivió a la guerra, pero su madre pereció en Auschwitz.
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