Luego de que Alemania ocupara Hungría en marzo de 1944, Bart fue forzado a vivir en un ghetto establecido en su pueblo natal. De mayo a julio de 1944, los alemanes deportaron judíos de Hungría al campo de exterminio de Auschwitz situado en la Polonia ocupada. Bart fue deportado en un vagón para ganado a Auschwitz, donde fue seleccionado para realizar trabajos forzados perforando y cavando en una mina de carbón. Como las fuerzas soviéticas avanzaban hacia el campo de Auschwitz en enero de 1945, los alemanes obligaron a la mayoría de los prisioneros a salir del campo en una marcha de la muerte. Junto con una serie de prisioneros enfermos que estaban en la enfermería del campo, Bart fue uno de los pocos que permanecieron en el campo en el momento de la liberación.
Nos obligaron a subir a los vagones, que en realidad eran para ganado. Pero lo asombroso y que todavía recuerdo es que, en el camino, cuando los gendarmes húngaros nos llevaban, o arriaban, íbamos cantando canciones de esperanza. No recuerdo exactamente cómo traducir la canción, pero sé en qué parte de los Salmos está. Y pensábamos que ya éramos muchos ahí adentro [en el vagón de ganado]. Éramos como 50 o 60 personas. Veinte más, 30 más debemos haber sido en ese vagoncito para ganado, que era la tercera parte de un vagón de ferrocarril estadounidense, unos 120, 140. Y antes de que supiéramos quién de la familia no estaba en el mismo vagón cerraban y simplemente daban un portazo, y los que estaban afuera, todavía tenían que poner alambre de púas en la pequeña abertura que estaba en la parte externa de la parte superior del vagón del tren. Estos vagones generalmente se usaban para transporte de ganado o de granos. En el vagón, la situación empeoraba minuto a minuto. La gente buscaba un lugar para que los mayores se sentaran. No había lugar para sentarse porque si uno se sentaba después no se podía parar porque estábamos hacinados, como en una lata de sardinas. El viaje duró —martes, miércoles, jueves— tres noches y unos tres días. Si alguien tenía algo para comer —porque en los ghettos ya habíamos usado todo lo que habíamos podido sacar de nuestras casas cuando habíamos sido llevados al ghetto— teníamos que compartirlo con los demás. Pero nos dimos cuenta de que no era un viaje simple de apenas unas horas. La gente conservaba lo que tenía o no podía pasárselo generosamente a otros. Después comenzamos a ver que la gente hacía sus necesidades en los vagones y el hedor empeoraba minuto a minuto.
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