Eva era la única hija de padres judíos que no eran religiosos; su padre era periodista. Eva disfrutaba de los momentos compartidos con su prima Susie, que era dos años mayor que ella. Además, Eva se tomaba vacaciones especiales con su madre; a veces esquiaban en los Alpes austríacos, otras veces se alojaban en la cabaña de su tío junto al río Danubio.
1933-39: Pero en 1938, cuando los alemanes se anexaron Austria, la vida cambió. Mi padre fue hostigado por la Gestapo por escribir artículos en contra de los alemanes. Mis amigos cercanos me decían cosas feas porque era judía. Entonces, mis padres dijeron que teníamos que escapar y huimos en tren hacia París. Un día, mientras estaba en mi clase de tercer grado, comenzaron a caer bombas. Corrimos hasta el refugio antiaéreo y nos colocamos las máscaras de gas, el olor a goma era insoportable. Tenía la sensación de que me ahogaba.
1940-44: Después de que los alemanes entraron en París en 1940, escapamos hacia el sur que no estaba ocupado. Dos años después, cuando tenía 13 años, los alemanes ocuparon el sur y nos vimos obligados a trasladarnos nuevamente. Durante el peligroso y difícil viaje por las montañas entre Suiza y Francia, nos refugiamos en la pequeña aldea francesa de St. Martin. El sacerdote del lugar, el padre Longeray, permitió que mis padres se ocultaran en el sótano. Yo vivía sin ocultarme en la casa de la parroquia como pastora, asistía a la iglesia con los demás niños y aprendía la misa católica en latín.
Eva y sus padres permanecieron escondidos en St. Martin. Fueron liberados al finalizar el año 1944. En 1948, cuando Eva tenía 18 años, ella y sus padres emigraron a Estados Unidos.
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