En abril de 1944, después de la ocupación alemana de Hungría, Agi, su madre, su hermanito de seis años y su tía fueron obligados a mudarse al ghetto de Munkacs. Antes de ser deportada a Auschwitz, Agi fue forzada a trabajar en la fábrica de ladrillos del ghetto. En Auschwitz, Agi, que para entonces tenía 14 años, fue elegida como parte de un "Sonderkommando" [comando especial]. Este destacamento de trabajos forzados debía clasificar las prendas de vestir y las posesiones de los prisioneros y de las víctimas de Auschwitz. En enero de 1945, Agi y otros prisioneros fueron forzados a hacer una marcha de la muerte desde Auschwitz. Fue liberada por las fuerzas soviéticas entre abril y mayo de 1945.
Sucedió de repente, aunque ya estaba en el ambiente. Es decir, ya desde comienzos de año sentíamos que las cosas no iban bien. Cerraron las escuelas. La vida ya no era como solía ser. Usábamos estrellas amarillas que nos distinguían como judíos y cuando los alemanes ocuparon la ciudad, para entonces esto era Hungría, no tardaron nada en ordenarnos empacar máximo cinco kilos de equipaje y nos hicieron marchar hasta la fábrica de ladrillos de nuestra ciudad. Vivíamos allí en condiciones muy miserables. Recuerdo que mi tía improvisó una habitación en un trineo. Teníamos nuestras almohadas, y dormíamos bajo las estrellas, pero el trineo nos protegía por los laterales. Hacíamos ladrillos. Recuerdo que a mi madre le preocupaba que sus hijos tuviesen que trabajar tan duro. Estuvimos allí tres o cuatro semanas. Una noche, en abril, nos ordenaron ponernos en fila. Siempre todo ocurría de noche, en medio de la oscuridad. Antes de que nos diéramos cuenta de lo que estaba pasando, nos metieron en vagones de ganado y nos trasladaron. Llegamos al famoso Auschwitz, sin saber todavía adónde íbamos. En aquel entonces todavía no sabíamos lo que era Auschwitz. La única preocupación de mi madre durante el traslado a Auschwitz en aquel vagón de ganado, donde teníamos nuestro rinconcito mi madre, mi tía, mi hermanito que entonces tenía 6 años y yo; su única preocupación era por el bienestar de mi padre, y por mí, repetía que esperaba que no pasáramos hambre nunca, porque sabía que a mí me daban jaquecas.
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