Tras la muerte de su padre, Judith y su familia se mudaron a Kovno. Pronto fueron confinadas en el ghetto, que los alemanes habían establecido en 1941. Judith, su madre y su hermana fueron deportadas a Stutthof, donde murió su madre. Judith y su hermana escaparon de la marcha de la muerte al huir de Stutthof. Se hicieron pasar por no judías, encontraron trabajo en una granja y, al final, consiguieron refugiarse en Dinamarca. Su hermano sobrevivió a Dachau.
Recuerdo cuando llegué a Stutthof, lo más horrible que vi fueron montones de zapatos, nada más zapatos y anteojos, muchos zapatos. Había un enorme montón de zapatos, y recuerdo que le pregunté a mi madre: "¿Qué es eso?", y ella me respondió: "Frage nicht'ne Frages" [No preguntes]. Recuerdo que me lo dijo en yiddish: "No preguntes. ¿Por qué preguntas tanto? No sé." De nuevo nos hicieron parar en fila para pasar lista. Recuerdo a una mujer, una mujer muy corpulenta, con el pelo anudado atrás en una especie de moño. Esa mujer caminaba entre nosotras con un látigo, y nos golpeaba mientras decía: "Nadie sale vivo de aquí. Todas ustedes tienen los días contados". Lo repetía en polaco y también en ruso, para que pudiéramos entenderla, porque muchas de nosotras sabíamos ruso. Luego nos llevaron a otro lugar, donde nos examinaron. Recuerdo que me metieron una mano en la vagina y jalaba; luego supimos que buscaban oro. Nunca olvidaré a una mujer: la sangre le manaba a borbotones de la boca, le habían arrancado los dientes, porque tenía dientes de oro. Recuerdo que me inyectaron, y que no sabía por qué. Más tarde me enteré. Cuando comienzas a preguntar por qué, era para que no tuviéramos el período.
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