Norbert Wollheim

Tuvimos nuestro primer día de experiencia cuando se nos hizo marchar a la enorme zona de fábricas llamada Buna. Era una amplia zona llena de lodo en esos días, era marzo, había llovido despiadadamente y no había verdaderos caminos, entonces era muy difícil caminar, requería mucho esfuerzo. Y luego, especialmente los recién llegados, estaban destinados a hacer el trabajo más pesado, que era transporte y excavación, y, eso no se hacía de manera pausada, sino corriendo con cemento y hierro y cosas así. Y hay ciertas técnicas para manipular, por ejemplo, un transporte de hierro, para protegerte, pero con el cemento era terriblemente difícil porque, sobre todo cuando llovía, y las bolsas de cemento se abrían, el cemento se apelmazaba y te cubría la ropa, y el cuerpo, y el otro lado de nuestra supuesta existencia o vida era que casi no había posibilidades de mantenerse limpio porque no podíamos tener nada, y obviamente no había dinero, ni teníamos cepillos de dientes, no teníamos cuchillos; lo único que nos daban era un tazón para la sopa, que era lo que nos servían, pero nada más. Era difícil, casi imposible mantenerse limpio, especialmente en esas condiciones de trabajo y estábamos conscientes que al no poder asearnos estábamos expuestos a todo tipo de enfermedades. Una de las cosas que aprendimos muy rápido, por ejemplo, fue que cuando las bolsas de cemento, que tenían tres capas diferentes de papel, se abrían se podía usar la capa del medio como papel higiénico o para proteger heridas y cosas por el estilo. En otras palabras, uno volvía a una forma muy primitiva de existencia a la que no todo el mundo estaba acostumbrado.