Los alemanes invadieron Polonia en septiembre de 1939. Cuando ocuparon Makow, Sam huyó al territorio soviético. Volvió a Makow a buscar provisiones, pero fue forzado a quedarse en el ghetto. En 1942, fue deportado a Auschwitz. Mientras el ejército avanzaba en 1944, Sam y otros prisioneros fueron mandados a campos en Alemania. Los prisioneros fueron forzados a una marcha de la muerte al inicio de 1945. Las fuerzas americanas liberaron a Sam después que se escapó durante un bombardeo.
La cola de tanques aminoró la velocidad y me vieron salir del bosque y pensaron que era un alemán; se detuvieron e intentaron detenerme para tomarme como prisionero de guerra. Cuando vieron mi uniforme y el estado en el que me encontraba, no quiero repetir lo que dijo. Comenzó a insultar. Dijo: "Maldita sea…". Habló como un soldado. Se metió la mano en el bolsillo y sacó una barra de chocolate y me la dio. El chocolate estaba realmente duro, era semiamargo. Era nutritivo. Intenté morderlo. Lo habría tragado entero si hubiera podido, pero no pude, así que lo chupé. Él permaneció parado y me miraba, me miraba. Me dio un paquete de cigarrillos que tenía. Yo no fumaba así que me los guardé en el bolsillo. Luego sacó algunas raciones K, galletas, Spam (carne enlatada), todo lo que tenía me lo dio, me sentía como un niño en una juguetería. Me dio unas palmadas en la espalda y dijo "Doctor". Estaba tratando de decirme que traería un doctor para que me examinara. En efecto, diez minutos después volvió con un doctor... No sé si era un doctor o un estudiante de medicina o qué era. Me observó e hizo una seña. Trajeron una camilla y me llevaron a un dispensario del campo. Pienso que el doctor de allí era judío. Me miró y me examinó. En principio no quería darme nada de comer, pero me dieron té, harina con leche descremada, y yo tenía tanta hambre que me hubiera comido un caballo, así de hambriento estaba. Él seguía gritando: "Cálmate. Tómalo con calma". Entonces pensé: "Tú tómatelo con calma, este hombre me quiere matar. Hitler no pudo terminar conmigo, pero él está tratando de hacerlo". Pero gradualmente, cada dos horas, me aumentó la ración de comida. Y al final me di cuenta de que hacía lo correcto. Todavía estaba hambriento; durante el segundo y tercer día no podía parar de comer. Él estaba sentado ahí mirando cómo me devoraba todo lo que ponía en la mesa, papas asadas, tocino, salchichas, cualquier cosa que pusiera en la mesa. Comí de esa manera durante cuatro días hasta que finalmente me llené.
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