Los alemanes invadieron Polonia en septiembre de 1939. Cuando ocuparon Makow, Sam huyó al territorio soviético. Volvió a Makow a buscar provisiones, pero fue forzado a quedarse en el gueto. En 1942, fue deportado a Auschwitz. Mientras el ejército soviético avanzaba en 1944, Sam y otros prisioneros fueron mandados a campos en Alemania. Los prisioneros empezaron una marcha de la muerte al inicio de 1945. Las fuerzas americanas liberaron a Sam después que se escapó durante un bombardeo.
La cámara de gas también era una sala como esta, con dos conductos, como si fueran chimeneas que iban hasta lo más alto, de metal perforado. Tenía orificios de cerca de una pulgada todo alrededor, en las cuatro esquinas, y tenía dos o tres planchas de metal, una sobre la otra con orificios. Ese conducto iba todo hacia arriba hasta el techo, que era casi plano hasta el piso del lado de afuera. Ahí era donde los hombres de las SS se paraban no bien se llenaban los búnkeres. Sí, aguarda un minuto... Cuando llenaban el búnker con todas las mujeres, ponían a los hombres adentro. Y algunas veces tenían a veinte o treinta personas de más que no podían hacer entrar, así que siempre hacían esperar a los niños. Y cuando el búnker ya estaba tan lleno que no podían poner más gente, hacían que los niños gatearan sobre las cabezas hasta entrar. Los empujaban hasta hacerlos entrar a todos cuando cerraban la puerta detrás de ellos. Era una puerta gruesa, tenía unas seis pulgadas de grosor. Yo mismo la construí, así que sé cómo era: tenía tres cerrojos y la atravesaban tres barras de hierro. Las barras se ponían sobre la puerta y luego se las atornillaba fuerte. Los hombres, los hombres de las SS, se quedaban afuera de pie con un carro de la Cruz Roja y tenían los recipientes con el gas... los recipientes en el camión, en la ambulancia. Él se ponía una máscara, se tenía que poner una máscara, quitaba el tapón de la lata de gas, lo arrojaba por el conducto a través de la chimenea y hacia adentro de la cámara de gas. Los crematorios dos y tres tenían dos conductos de gas. Y no bien arrojaba el gas, cerraba el tapón para que el gas no escapara. Lo único que se podía oír era un fuerte sonido: “Shema...” [la declaración judía de fe], y eso era todo. Eso llevaba alrededor de cinco a diez minutos. En la puerta, tenían un pequeño orificio para espiar, con cuatro o cinco capas de vidrio entre sí, que tenía barras para que nadie pudiera romper el vidrio. Y cuando prendían la luz en el búnker, se podía ver si la gente ya había muerto o no.
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