Tove Schoenbaum Bamberger

Recuerdo que estaba tan orgullosa de mí misma. Era la única que no se había mareado. Y nos quedamos muy callados cuando partió la embarcación. Cuando estábamos en medio del océano, entre Suecia y Dinamarca, cuando aún faltaban unos 30 minutos para llegar a Suecia, un barco grande se nos acercó y temimos que fueran los alemanes, porque había soldados a bordo; vestían y se veían exactamente como los alemanes. Pero era una lancha patrullera sueca que había venido a recogernos. Venían de aguas suecas. Nos permitieron salir y los alemanes no pudieron impedirlo. Estábamos a salvo. Vinieron en una lancha grande y nos ayudaron a bajar de la embarcación pesquera. Nos quedamos en la cubierta; allí estábamos, sanos y salvos. Arribamos a un puerto pequeño en Suecia. Creo que era justo a las afueras de Helsingborg. Nos dieron la bienvenida. Todos parecían alemanes, porque los suecos se vestían exactamente igual que los alemanes. Y nos dieron café y té, y nos dijeron que podíamos quedarnos. De hecho, nos alojaron en el Gran Hotel. Así se llamaba, el Gran Hotel. Pagaron las habitaciones, pagaron todo, y nos dijeron que podíamos quedarnos hasta que, si teníamos familiares en Suecia, nos reuniéramos con ellos. Creo que estuvimos allí cerca de una semana. Todos los días mis padres iban al puerto a ver si mis abuelos habían venido. Ellos, y una tía anciana que teníamos, una hermana de mi abuelo. Ellos se quedaron en Dinamarca cuando huimos. Unos días después, cuatro o cinco días más tarde, llegaron en otra embarcación pesquera.